Mercado de reparación

“Había un partido importante por delante y no tenía tiempo para esas mierdas así que colgué. Tras el partido, enciendo el teléfono y veo que tengo como treinta SMS y cincuenta mensajes en el contestador. ¡La cosa iba en serio! Entonces llamo a mi representante y me comenta que tenemos que ir a hablar con el Madrid porque están en un hotel en Heathrow. Era el último día del mercado así que nos fuimos para allí y comenzamos a negociar”. Ahora que llega el mercado de invierno cómo no vas a sonreír cuando recuerdas el mágico enero en el que Faubert pasó de suplente contra el Fulham en un partido roñoso de media tabla a cambiarse junto a Sergio Ramos. Todo es posible en este deporte imbatible. Desde que un gordo chabolista de Buenos Aires sea el mejor de la historia hasta que Faubert acabe jugando en el Madrid. Y esto último sucedió en un mercado de invierno así que respetemos este periodo como se merece.

En este altarcito al calciomercato me resulta imposible no recordar también la de Bakambu hace un par de años. Qué escena la del delantero congoleño, auténtico globetrotter de este invento, tirado en el aeropuerto de Hong Kong sin saber muy bien qué hacer. Esperando al último antojo de aquel Bartomeu empeñado en quemar tarjeta de crédito como alma que acaba de cobrar su primera nómina. Lo suyo al Barcelona no se dio, pero al menos se lo tomó bien, pidiendo a Transfermarkt que actualizaran su perfil con el último equipo en el que había jugado: el Almost Barça. Bakambu al Casi Barça. Mágicas horas las vivimos entonces y las que estamos a punto de vivir.

Sin embargo, lo que menos me gusta del mercado de invierno es su nombre. Por suerte, el pueblo italiano siempre ha demostrado un conocimiento superior para la nomenclatura futbolística e inventaron hace mil años una manera mejor de referirse a esta época de chanchullos. Mercato di riparazione, le dicen. El mercado de reparación, qué maravilla conceptual. El que demuestra tus carencias, pegamento en el jarrón chino que estalló contra el suelo. Me gustaba además el formato original italiano, cuando la ventana de traspasos cerraba en noviembre y aún había tiempo suficiente para que los nuevos fichajes te resucitasen la temporada. O para encontrar algo mejor que Faubert.

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