El quarterback eterno

Tom Brady comunicó este miércoles su retirada de la NFL. Curiosamente, el 1 de febrero, idéntica fecha en la que el año pasado hizo el mismo anuncio. Aquel amago de retirada duró sólo 40 días. Ahora todo apunta al adiós definitivo, a la despedida de una leyenda de su deporte… y de la historia del deporte. Brady es, casi por aclamación unánime, el mejor jugador de fútbol americano de todos los tiempos. Eso que el mundo anglosajón llama GOAT, el acrónimo coloquial de Greatest Of All Time. El consenso es prácticamente total, aunque siempre haya voces clásicas que recuperen a iconos como Joe Montana. Es lógico. La comparación de jugadores de diferentes periodos suele ser bastante injusta, sobre todo para aquellos mitos que no brotan en el recuerdo de las memorias actuales.

Sea el uno o el dos, seguramente el uno, la trascendencia de Brady supera incluso sus mareantes números, que ya serían aval suficiente para dominarlos a todos como el señor de los siete anillos en la Super Bowl, de los tres MVP en la Liga, de sus 16 Pro Bowls, y de cuantiosos récords que ha coleccionado en sus 23 años de carrera. El quarterback eterno ha expandido el football hacia numerosos aficionados, de Estados Unidos y de fuera de sus fronteras, para los que la NFL y Brady son casi sinónimos. Su primera Super Bowl fue en 2001, con los New England Patriots, con los que ganó cinco más, y la última en 2021, con Tampa Bay Buccaneers, veinte años después, media vida. Ninguna franquicia tiene tantas. A los 45, Brady cierra una trayectoria ilustre y una época dorada del fútbol americano. Hay quien le corona también como el mejor deportista de la historia, aunque eso ya son palabras mayores, sobre todo para una disciplina que se reduce a un país y a medio año de competición. Tampoco es tan importante si es el GOAT o no lo es, porque lo que nadie va a arrebatarle es su presencia en el escalafón de los más grandes entre los grandes. La eternidad.

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