Cenicienta (Cendrillon)
Terminó la Copa del Mundo de fútbol con una maravillosa final. Yo, simpatizante ferviente de la selección argentina por muchos motivos que no vienen al caso, pensé en el descanso que estaba todo el pescado felizmente vendido. Francia no existía. Estaba perdiendo la final por incomparecencia. Sus jugadores seguían en el vestuario abrillantando botas y pelos. Y de repente se desató la locura, bendita locura. Vi los primeros 70 minutos de partido sentado plácidamente, y los 60 restantes dando vueltas al sofá como un león enjaulado. Tremenda emoción, tremendo sufrimiento. Esta vez, la suerte estuvo de mi lado, y la moneda no cayó por el lado de la soledad, como cantaba el ilustre argento Andrés Calamaro. Fueron posiblemente las casi tres horas más intensas que he vivido futbolísticamente hablando, y eso que he vivido muchas horas intensas de fútbol, soy del Atleti...
Y por eso temo las tandas de penalti como temo al diablo rondándome cerquita. Pero salió cruz, que es lo que siempre pido al tirar una moneda. Vi la felicidad de esos jugadores y su entrenador, y sus lágrimas contrastando con el gesto serio, casi siempre, del recién proclamado y coronado dios único. Leo Messi. Qué jugador, madre de mi vida. Qué personaje para la Historia con mayúsculas. Porque detrás del gran 10 va todo un pueblo, el pueblo argentino, y eso es Historia, se pongan como se pongan.
Pero dan las 12, y pierde su zapato Cenicienta. Enseguida llegarán Mbappé y Messi al vestuario del Parque de los Príncipes, y daría lo que fuera por ver esa primera mirada que se dirigirán. Y llegarán los campeones del mundo De Paul, Correa y Molina al Metropolitano, y mirarán con inmenso cariño al príncipe Griezmann, que tuvo la mala fortuna de no brillar en esa final en la que tanto le necesitaban sus compañeros y sus compatriotas. Y se terminará el cuento, y los aficionados del Metropolitano aplaudirán a rabiar a los cuatro, pero también les exigirán que se dejen el alma rojiblanca al igual que se dejaron su alma albiceleste o bleu estos días atrás. El espectáculo debe continuar.