Alpes con sabor a Tour

Carlos Verona cortó dos troncos con un mismo hachazo. Por un lado, rompió su sequía personal, al conquistar la primera victoria de su dilatada carrera profesional, que arrancó allá por 2011, cuando dio el salto con sólo 17 años y una prometedora proyección. El ciclista de San Lorenzo de El Escorial no ha cumplido todos los vaticinios de entonces, pero es un buen corredor, muy bueno, que en las últimas temporadas se ha destapado como un brillante hombre de equipo. Sólo le faltaba un poco de suerte, el empujón final, para rematar una gran faena. En 2020 quedó tercero en una etapa del Tour, en 2021 fue segundo en otra de la Vuelta… Y este sábado, por fin, abrió su contador a lo grande en el Critérium del Dauphiné, en una jornada con dos colosales montañas de la historia del ciclismo: el Galibier y la Croix de Fer. Sabor a Tour de Francia. La próxima edición de la Grande Boucle, que comienza el 1 de julio, acogerá estos dos mismos puertos en su etiquetada etapa reina, la duodécima, aunque con final en otra cima mítica: el Alpe d’Huez.

Verona también regó el desértico camino de su equipo, el Movistar, con el primer triunfo WorldTour en este curso. En su descargo se puede decir que todavía faltan varias piezas de caza mayor en el calendario. Vencer en los Alpes es la mejor manera para abrir el grifo. El Dauphiné, de hecho, ha sido históricamente un provechoso aperitivo para el Tour. Aquí estamos viendo, por ejemplo, el potencial del equipo Jumbo, que ocupa las dos primeras plazas de la general a falta de la etapa decisiva de este domingo: Primoz Roglic es el nuevo líder, por delante de su compañero Jonas Vingegaard. Y aquí pudo verse, en el remoto 1962, a Julio Jiménez ganar en Chambéry, a un centenar de kilómetros de la meta de Vaujany. Un bello homenaje. Verona ya forma también parte de esa gran historia del ciclismo español, en la puerta de la más grande, en la antesala del Tour.

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