Conexión 'daliniana' en Cornellà

Daliniano. La Copa depara siempre escenarios surrealistas. Que al Espanyol le señalen dos penaltis a favor en tres minutos es uno de ellos. Como que el Villarreal, con 2-1 y amenazando el empate, saque a su mejor revulsivo (Gerard Moreno) y la grada de Cornellà-El Prat aplauda (el delantero lo merece, obviamente). O que, cuando peor estés, vuelvas a marcar de córner una jornada más. Incluso que, lesionados Óscar Duarte y Mario Hermoso, se rompa David López, uno de los guardianes del equipo esta temporada. Puestos a seguir en los mundos de Dalí, el Espanyol se ha colado en los cuartos de final, ronda en la que el Atlético ha quedado apeado y el Real Madrid no es tan temible como en otras temporadas. Entre los sueños y el surrealismo siempre ha habido conexiones.

La fábrica. Y en ese espacio onírico, el Espanyol fue un equipo muy dinámico en una primera mitad en la que jugó con siete titulares que pasaron por el filial, seis de ellos criados en Sant Adrià. Javi López, Pedrosa, David López, Darder, Roca, Álex López y Puado. El capitán volvió a jugar desde el 8 de diciembre, mientras que el lateral izquierdo demostró su capacidad para sorprender desde atrás y el mediocampo, con ADN perico cien por cien, se asoció con fluidez. Puado no logró marcar, pero peleó hasta provocar el penalti del 2-0 y realizó algunos desmarques profundos. El delantero se mueve como una mariposa, de forma elegante por todo el campo, a la espera de convertirse también en una avispa: el equipo necesita sus goles, ese bien preciado que del que adolece. Debe salirle el aguijón.

Panda feliz. Quien más que un aguijón de avispa cuenta con los dientes de un tiburón es Borja Iglesias, un depredador del área. Provocó el primer penalti, materializó el segundo y estuvo en el lugar apropiado para hacer el tercero. En el día en que cumplía 26 años sumó su undécimo gol de la temporada en apenas cinco meses. Ya lo dijo Rubi: “Va a seguir aquí sí o sí hasta junio”. El jugador, a quien la grada le cantó el “cumpleaños feliz”, marca en todas las posiciones y lo juega todo. Más le vale al Espanyol que no se resfríe visto lo visto.

Entretenimiento. Fue un Espanyol como el de las últimas jornadas, muy notable cuando atacó con su juego, aunque sin poder ver puerta en jugada y algo dubitativo en defensa, temeroso y despistado en algunos repliegues. Así llegó el 2-1, la obra de arte de Chukwueze, y así pudieron venir otros goles. El partido fue abierto, entretenido, algo que no falla desde que Rubi llegó al banquillo. Le falta al equipo tener el balón para no para atacar sino para reposar, ganar tiempo o apaciguar al rival. A veces todo es tan acelerado que el equipo se pierde entre tanto vértigo.

Confianza. Solo el Espanyol de Sergio González, el del curso 14-15, ha llegado de momento más lejos en la Copa que el equipo de Rubi desde la etapa de Cornellà. Un premio a la disrupción en el juego.

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