La Vuelta es la imagen de España

En el Tour no salen chabolas, ni barrios desfavorecidos, ni campos quemados, ni basuras... El Tour muestra lo mejor de Francia, y si la carrera tiene que pasar por determinado lugar para enseñarlo, lo hace. Para eso un helicóptero sobrevuela el recorrido meses antes haciendo localizaciones. Los más bellos palacios, los lugares más sugerentes, los pueblos de mayor encanto, las iglesias más atractivas, todo queda registrado para que salga en la televisión el día de la carrera. La Vuelta no llega a tanto, porque no tiene presupuesto para ello, pero va copiando del Tour. Las indicaciones no llegan del Ministerio de Industria, Energía y Turismo, como cabría pensar, ni siquiera del Alto Comisionado para la Marca España. La Vuelta no es ni siquiera española. ¡Es francesa!

Es francesa, porque el Tour es el accionista mayoritario de Unipublic, la empresa organizadora de la Vuelta. Pero su director, Javier Guillén, goza de autonomía para hacer la mejor carrera a su entender. Lo está logrando. A base de buscar recorridos atractivos e inéditos, nos ha descubierto lugares que ni soñábamos. Ézaro y el Angliru son los ejemplos más significativos. De no aparecer en los libros de texto ni en los folletos turísticos, han pasado a ser lugares de culto. Las Diputaciones han visto el valor promocional de la Vuelta, y ahora son mecenas de la carrera. Lo han visto tarde. Hace unos años hasta podían haberla comprado entera. A nadie hubiera extrañado, pues la Vuelta no deja de ser la imagen de España. Aunque en mejores manos no puede estar. Las de Guillén.

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