El Dakar, esa carrera incierta

El deporte es imprevisible. Las carreras, también. El Dakar lleva esta incertidumbre hasta límites insospechados. Cada día que amanece llega cargado de incógnitas para los pilotos, puesto que se trata de un desafío especialmente complejo. Los grandes equipos y los mejores pilotos intentan minimizar lo que escapa de su control invirtiendo sumas estratosféricas en sus montajes, pero ni siquiera ello supone una garantía de éxito. Este año lo vimos nada más arrancar la prueba con la avería del Mini de Nani Roma, el campeón vigente en coches y gran favorito al triunfo, y ahora ha sido Joan Barreda, el aspirante en motos, quien ha sufrido la dureza de esta gesta a medio camino entre la aventura y la competición.

Marc Coma, el rival directo de Barreda y perfecto conocedor de lo que hablamos, lo advertía sólo un par de días atrás. Quedaba mucho Dakar para todos, venía a decir. No daba por sentado que pudiera alcanzar a quien entonces marchaba en cabeza, ni siquiera que consiguiera llegar a la meta de Buenos Aires, unas dudas que por supuesto trasladaba también al castellonense por mucho que hasta ese momento las cosas le hubieran ido a las mil maravillas. Su pronóstico no resultaba, desde luego, atrevido y se ha confirmado; primero llegó una caída del líder de Honda, que le costó un buen puñado de minutos y casi el abandono, como preludio de una avería mecánica que le ha hecho decir adiós a todas sus opciones de triunfo. Cada etapa, cada especial, cada kilómetro de esta epopeya son tan determinantes como crueles. Nunca debemos olvidarlo, porque en tanta exigencia reside buena parte de la grandeza del Dakar.

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