Eriksson no puede ser visto como antes

Unos colegas de colmillo bastante retorcido le han jugado una mala pasada a Eriksson, el seleccionador inglés. Se trata de un sofisticado y caro montaje en el que un periodista se hace pasar por jeque de Dubai, le invita, a cuerpo de rey, a aquellas lejanas tierras y le anuncia su interés por comprar el Aston Villa y contratarle como factótum deportivo del club. Eriksson entró como un covaleda. Se dejó invitar y agasajar, negoció y compartió confidencias delicadas con el presunto jeque. El producto de la encerrona es jugoso y morboso y se ha convertido estos días en la gran noticia del mundillo futbolístico inglés, sacudido por el asunto.

Vaya por delante que no apruebo la maniobra de los colegas. Mi opinión es que los medios estamos para contar lo que ocurre, no para desencadenar procesos. Es mi forma de verlo. El mundo rueda y los periodistas lo contamos. Entrar a suplantar personalidades y a crear tentaciones es dar lugar a situaciones esperpénticas, caricaturescas, que no son reales, y que colocan a personas concretas ante equívocos y ante tentaciones que tampoco son reales. Dicho esto, hay que admitir que, aunque por una vía irregular, estas técnicas escabrosas aportan en ocasiones informaciones sobre personajes públicos que es difícil obviar.

Parecido fue el caso de Ivan Slavkov, miembro del COI al que una maniobra así delató como sobornable con vistas a la elección de Singapur. El COI le expulsó, a la vista de la evidencia. Ahora Eriksson está en fuera de juego. Negocia con desprecio al actual entrenador del Aston Villa, refleja poca devoción por la Federación Inglesa, que le paga, y habla con una ligereza pasmosa, con un recién conocido, de los jugadores del equipo nacional, aireando intimidades a las que ha tenido acceso por su cargo. Eso le hace indigno de seguir como seleccionador. Entre otras cosas, porque su autoridad con los jugadores ya no podrá ser la misma.

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