Owen cree que es lo más justo

El jueves, un día antes de conocerse que Michael Owen iba a jugar, el delantero inglés ponía la oreja en el suelo, como los indios, para intentar descubrir si era verdad, como le contaban, que estaba ganando el debate sobre su titularidad. Preguntaba a su entorno si ciertamente la balanza estaba un milímetro o dos inclinada hacia su lado, pero aceptaba resignado que el regreso de Raúl a los entrenamientos iba a afectar su futuro inmediato. De su encogimiento de hombros salía la misma duda que estaba en la calle: ¿qué tengo que hacer para ser titular en este equipo? Pero no iba a quejarse: sabía que por enésima vez esta temporada había aprovechado su oportunidad ante el Albacete (allí jugó, especialmente en la segunda parte, su partido más completo con el Madrid) pero que hay cosas que parecen decididas por la Divina Providencia.

Es curioso que, para incluirlo en el equipo titular, Luxemburgo esgrima su buen rendimiento en los últimos tres partidos, incluidos los de la selección, cuando Owen regresó un pelín tocado de su experiencia internacional porque había hecho lo contrario de lo que le ocurre en el Madrid: ante Azerbaiyán falló cuatro clarísimas ocasiones y ante Irlanda del Norte estuvo inseguro hasta su tanto. Pero a su juego añadía por fin ese plus tan necesario en el fútbol español y que tenía un poco abandonado: el movimiento sin balón, el ejercicio defensivo realizado con credibilidad. Total, que cuando el míster le comunicó el viernes que iba a jugar contra el Barcelona, rodeado de 25 amigos, con las cámaras de televisión que emitirán en directo para Inglaterra y en un estadio repleto de aficionados blancos, la sonrisa ya no le abandonó. Owen cree que es lo justo.

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