Un club de glamour y contrastes

El Chelsea es un club de contrastes. Se las daba de pijo en los 70 porque el estadio se encontraba en el corazón del mundo de la moda y el arte. Era el club del glamour cuando le ganaron la copa en el 1970 al Leeds y cuando vencieron al Madrid en la Recopa al año siguiente tras una famosa noche en que los jugadores prepararon la final bebiéndose un número excesivo de cocktails. En el bar, tras los encuentros, los futbolistas tomaban copas en Stamford Bridge con Raquel Welch y con Steve McQueen, y luego se iban por King's Road a emborracharse con los Rolling Stones. Pero en realidad los Peter Osgood, Alan Hudson o 'Chopper' Harris de aquella época no eran más que hijos de obreros venidos a más que buscaron la fama fuera del campo porque no daban para mucho más sobre el césped.

En las gradas, por aquel entonces y hasta bien entrados los noventa, se encontraban algunos de los hooligans más peligrosos del país, pero hoy los socios deben pagar las cuotas más altas de toda la Liga inglesa. Lo que se ve hoy en Stamford Bridge es lo que Roy Keane llama la "afición de sándwich de pepino" (famoso snack de la aristocracia británica), vestidos para la ópera y distraídos con sus móviles de última generación. Por eso, y en realidad por su escasa presencia en los libros de historia, ha sido relativamente fácil vender el alma a un ricachón ruso.

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