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Giannis-Bucks: el anillo olvidado y un camino... ¿hacia el divorcio?

El título de 2021 se olvida en Milwaukee con Budenholzer despedido y Giannis amenazando con su salida si las cosas no cambian. Los Bucks, contra las cuerdas.

STACY REVEREAFP

Las cosas no van bien en Milwaukee. Y eso que tampoco ha pasado tanto tiempo desde que tocaron la gloria y disfrutaron de ella: el anillo de 2021, el primero de la franquicia en 50 años, dio colofón al nombre de Giannis Antetokounmpo, encumbró un proyecto que se convirtió en ganador y permitió a un mercado pequeño hacer buena una idea que se coló en el sueño del anillo, el segundo de los tres que, desde 2015, no han ganado ni Warriors ni LeBron James. Antes lo hicieron los Raptors, a los que le pasó lo mismo pero con más celeridad, por obra y gracia de la salida de un Kawhi Leonard cuya llegada a los Clippers permitió a los angelinos ser siempre favoritos y nunca ganar, mientras casi nunca podían contar con su estrella. Hace unos meses, los Nuggets destrozaron ese monopolio que la última gran dinastía y la última gran leyenda de la NBA han ejercido con puño de hierro en la última década. Una rivalidad histórica que tuvo un capítulo final en los pasados playoffs, pero que no tuvo como ganador a ninguno de los dos nombres propios, sino a un equipo de Colorado que ha construido su camino a fuego lento y ha terminado conquistando el mayor de todos los premios.

Nadie se ha olvidado del anillo de 2021, que forma ya parte de los libros de historia y que significó el broche de oro a la carrera del griego, ya uno de los mejores de siempre jugadores europeos y de todos los tiempos por derecho propio. O sí: parece que son los propios Bucks los que ya no se acuerdan del camino que les llevó al éxito, de ese 4-2 que infligieron a los Suns en una competición todavía marcada por el coronavirus, con menos público en las gradas y una temporada tan condensada que fueron muchas las plantillas que sufrieron lesiones a la hora de la verdad. Y no valen las excusas: el que es campeón lo es para siempre y si los Bucks ganaron es porque fueron los mejores, en ese lugar y en ese contexto. El problema para ellos es el ahora, un sainete que se lleva prolongando desde final de la última temporada pero que se fragua incombustible desde mucho antes. Lejos queda ya el anillo, porque la NBA no espera a nadie, tampoco a los que han conseguido el éxito. Y el proyecto, que prometía dominar el futuro más cercano, se tambalea en una línea muy fina en la que anda de puntillas, intentando mantener un equilibrio cada vez más difícil de sostener.

Los Bucks son hoy lo que son, para la NBA y para el mundo, gracias a Giannis Antetokounmpo, igual que hace 50 años lo fueron por Oscar Robertson y Kareem Abdul-Jabbar, todavía llamado Lew Alcindor en una época casi prehistórica, en la que la lucha por el poder entre la ABA y la NBA planeaban sobre una competición en crisis existencial por su identidad cultural y los problemas de los contratos televisivos. Hoy, las cosas son distintas: cada convenio trae más dinero y cada consenso se hace con los jugadores, más empoderados que nunca en una era, la suya, en la que su influencia no hace más que crecer. En esas juega Giannis, al que no le gusta el rumbo tomado por la directiva y que ya ha amenazado, como muchos antes que él, con irse si las cosas no cambian. Ya rebautizado como Kareem, fue en 1976 cuando, tras una temporada de 38-44, sin playoffs, Robertson retirado y el pívot descontento por la poca aceptación de sus creencias religiosas, pidió el traspaso a un mercado grande, Nueva York y Los Ángeles. Acabó en los Lakers entonces y siguió fraguando su leyenda. Las cosas, sin ser tan distintas, sí que lo son: Giannis ha mostrado su intención de voto de forma soterrada y la pelota está (¿injustamente?) en el tejado de los Bucks, conscientes de que hoy en día están en manos de su estrella... y que el futuro sin ella es más que aciago.

Un contexto complicado

Si tuviera un diamante de cuatro quilates, ¿crees que lo cambiaría por cuatro de un quilate cada uno? Pues no, en un valor jamás conseguiremos un valor equivalente al que tu aportas al equipo”. Son palabras que Jerry Buss le dirigió a Kobe Bryant delante de Phil Jackson cuando, en verano de 2007, la estrella pidió negociar con otros equipos tras dos eliminaciones en primera ronda consecutiva y un descontento en el que solicitó su salida. El Doctor se las sabía todas: Magic Johnson solicitó a inicios de la temporada 1981-82 la salida de Paul Westhead y el ascenso de Pat Riley al banquillo, algo que Buss cedió accediendo a la petición de Riley de tener a Jerry West junto a él durante sus primeros partidos de mandato. Buss, que se hizo con los angelinos en 1979 y revitalizó la NBA siguiendo una regla no escrita de coleccionar estrellas en pista a base de acumularlas en las gradas, era una mente brillante que permitió a la competición norteamericana volver a presumir del juego más cautivador del planeta, lo que el comisionado David Stern utilizó a su favor, llevando a la Liga a cotas insuperables. La mente brillante del mandamás de los angelinos se demostró cuando le explicó a Kobe su importancia en los Lakers. Si se iba, no se iban a recuperar. Mantener estrellas generacionales siempre fue una gran virtud para él, la Mamba Negra se quedó y los de púrpura y oro se fueron a tres Finales y dos anillos en los tres años siguientes. Cosas de los Lakers.

Ahora bien, ¿es la misma la situación de los Bucks? Es complicado de saber, pero está claro que la perspectiva de perder a Giannis es absoluta y objetivamente desastrosa para ellos. Y si bien siempre hay precedentes, estamos en una NBA que en los últimos años ha visto, por suerte o por desgracia, muchos ejemplos de este tipo: la salida de James Harden de los Rockets, luego de los Nets y ahora sus problemas con los Sixers. El adiós de Kevin Durant y Kyrie Irving de los propios Nets. Los problemas de Damian Lillard con sus Blazers de toda la vida. Y podríamos seguir. La lista es eterna y el comportamiento de Giannis, intermitente en las estrellas del pasado, es muy común en el presente. Y la gestión de las franquicias siempre es un elemento clave en el devenir de la resolución de estos casos. Ceder, no ceder, conceder, esperar, traspasar... Y, sobre todo: si Gannis sale, ¿qué será de los Bucks?

El griego cobrará más de 45 millones la próxima temporada y casi 49 en la siguiente, con una opción de jugador de casi 52 para la 2025-26. Podría firmar una extensión este otoño, en un plazo que se abre entre el 22 de septiembre y el 23 de octubre, y que aseguraría los planes de los Bucks de cara al futuro y le permitirían darle un dinero a Giannis que le convierta en algo más que el octavo jugador mejor pagado de la Liga, algo que sabe a poco si tenemos en cuenta su teórico estatus. Eso sí, las cosas están en el aire. Así de claro lo dejó el propio Giannis el pasado mes de agosto, cuando en una entrevista a Tania Ganguli, periodista del New York Times, dijo lo siguiente: “La verdadera duda no va a ser este año. En términos de números, no tiene sentido. Pero el año que viene, el próximo verano, sí que tendrá sentido para las dos partes. Y para entonces, no sé qué haré. No sería la mejor versión de mí mismo si no tuviera claro que todo el mundo rema en la misma dirección, va a por el título de campeón, está dispuesto a sacrificar tiempo de estar con la familia como lo sacrifico yo. Y si no siento que las cosas son así, no voy a firmar la extensión”. En otras palabras: problemas para los Bucks.

El momento de los Bucks

La declaración de intenciones de Giannis sorprende, ya que su asociación con los Bucks parecía un matrimonio idílico. Cuando hubo dudas sobre su continuidad, allá por 2020, se zanjaron con una extensión de cinco años y 228 millones que era, por entonces, la mayor de la historia de la NBA. Unos meses después hubo anillo de campeón y se pensó que eso reforzaba la situación de un proyecto que demostraba ser sólido, pero que no lo era tanto, desgraciadas casualidades mediante. Iban 3-2 en semifinales de Conferencia de 2022 ante los Celtics, pero la lesión de Khris Middleton fue demasiado para el equipo, que acabó perdiendo en siete partidos. El 4-1 ante los Heat de las últimas eliminatorias ha causado un mayor estrago. Antes de dicha temporada, Darvin Ham fichó por los Lakers y los Bucks perdieron así a un asistente que ejercía de nexo de unión entre banquillo y jugadores y que se llevaba muy bien con ellos. La eliminación de abril fue peor y se llevó por delante a Mike Budenholzer, siempre cuestionado. La reacción de Giannis, proclive a ambos nombres, ha sido la rebelión, la pataleta. La amenaza. Y, ahora, los Bucks necesitan reaccionar para que su estrella no cumpla lo que ha insinuado.

Salir esta temporada parece una quimera, pero si no llega la extensión la siguiente estará llena de tensiones. En 2025 y si no ejerce su player option, Antetokounmpo será agente libre y, por lo tanto, los Bucks tendrán el dilema habitual con su jugador: ¿apurar al máximo las opciones de renovación y que se marche a cambio de nada o traspasarle antes de que se libere y sacar lo máximo posible por él? Es la pregunta típica para cualquiera y aboca a Milwaukee a una temporada clave, decisiva, aunque ellos no lo quieran. Con 28 años (cumplirá 29 el 6 de diciembre), a Giannis le queda (en teoría) mucho baloncesto por delante, es un jugador generacional, un físico superdotado y un hombre que cambia absolutamente el organigrama del equipo que lo tiene y del rival al que se enfrenta. Y los Bucks, que no se esperaban este problema, tienen que afrontarlo sobre la marcha e intentar encontrar un equilibrio entre hacer la plantilla más competitiva y hacer aquella que más le guste a Giannis. En una era en la que los jugadores ejercen de cuando en cuando de directivos y toman decisiones procedentes de su empoderamiento. Esto no siempre resulta: LeBron James y Anthony Davis pidieron a Russell Westbrook para los Lakers. Y ya vimos cómo salió aquello.

De momento, los Bucks han fichado por una temporada más a Thanasis, hermano de Giannis, a razón de 2,3 millones de dólares, un gesto claro a la estrella. Mantienen a Middleton (que se va casi a los 30), Brook Lopez (25), Bobby Portis (casi 12), Pat Connaughton (más de 9) y la base del curso pasado, con Grayson Allen, Jae Crowder o Malik Beasley, además de algunos contratos mínimos. Y también está Jrue Holiday, clave en la consecución del anillo de 2021. Para el periodista Bobby Marks muchas opciones para que Giannis continúe pasan por la extensión del contrato del base, que se llevará 36 millones este curso y tiene una player option de 38 para el que viene. Es del gusto de Anteto, cuya relación con Adrian Griffin también será clave en lo que esté por venir. Sustituye a Bundenholzer, ha pasado por varios puestos de asistente desde 2008 y tiene fama de buen tío, cercano a los jugadores. Algo que puede ser bueno o malo según se mire y que, si bien deja incógnitas sobre sus recursos tácticos, sí que ayuda a pensar que puede ser positivo en su acercamiento a la estrella griega.

El objetivo, el anillo

En este contexto y con dicha situación, a los Bucks no les queda más remedio que ir a por todas. El anillo siempre apacigua, templa los ánimos. En esos momentos de zozobra un éxito vuelve a convertir a todo el mundo en familia. Los problemas desaparecer, los abrazos se multiplican y con ellos llegan las renovaciones millonarias y el compromiso con el equipo de siempre, que en realidad nunca quiso ser abandonado. O así se venderá de ocurrir. De momento, los de Milwaukee tienen motivos para pensar en positivo: siguen teniendo a Giannis, han finalizado por encima de las 50 victorias en cuatro de las últimas cinco temporadas (todas menos en la 2020-21, en la que hubo 72 partidos en lugar de 82 por el coronavirus), el curso pasado tuvieron el mejor récord de la NBA y tienen un proyecto, hasta nueva orden o salida de Giannis, continuista. También ganaron el anillo hace sólo dos temporadas, algo que está ahí por mucho que se empeñen en olvidarlo. Y la plantilla tiene una edad ideal para volver a asaltar los cielos y conquistar el título.

Además, Giannis sigue ahí. El todoterreno griego, un portento físico prodigioso en los dos lados de la pista. Dos veces MVP de la temporada, la segunda de ellas uniendo el premio con el de Mejor Defensor, algo que antes de el sólo consiguieron Michael Jordan y Hakeem Olajuwon, una lista a la que se añaden David Robinson y Kevin Garnett, estos dos últimos en años distintos. También ha conquistado el MVP del All Star y el de las Finales, éste último con anillo incluido. Lleva siete selecciones a los Mejores Quintetos, cinco de ellas en el primero, todas ellas consecutivas. Y es mucho mejor jugador que ese que se llevó el premio a Jugador Más Mejorado en 2017. En la última temporada, sin ir más lejos, promedió 31,1 puntos, 11,8 rebotes y 5,7 asistencias, además de lanzar por encima del 55% en tiros de campo. Y está en su prime, uno inigualable, ese que le convierte en uno de los jugadores más grandes del mundo. Anota, rebotea, ha mejorado notablemente en la distribución, cumple sobradamente funciones intimidatorias, corre... Hace de todo. Y es prácticamente incombustible, algo en sintonía con una plantilla que siempre se ha basado en un físico superior para acabar con sus rivales.

El otro lado de Giannis también le conocemos: obliga a jugar a su equipo de una manera, con todos muy abiertos. Su inseguridad es palpable en los tiros libres y su lanzamiento desde el exterior no es un arma a tener en cuenta, a nivel general, en las defensas zonales (está por debajo del 29% durante su carrera). Su ausencia de éxitos con Grecia o su poca adaptación al baloncesto FIBA en general. Y su carácter carismático tiene ahora una muesca por su comportamiento en lo referente a su plantilla y la forma de asegurar que quiere ganar un anillo... y que, más o menos, le da igual dónde. Veremos si el Fiserv Forum, estadio de la entidad, dicta sentencia de alguna forma. Más allá de eso, contentar a Giannis será la misión de los Bucks, que ven como el proyecto se tambalea y que va a estar permanentemente en el aire la posibilidad de que no firme una nueva extensión, algo que nunca viene bien a la hora de poner otros objetivos y que acaba, en ocasiones, desmadejando a una plantilla. Verse en un incómodo callejón sin salida en el que sólo vale ganar para solucionar las cosas es demasiada presión. Y, al mismo tiempo, las palabras de Jerry Buss resuenan en el firmamento: “Si tuviera un diamante de cuatro quilates, ¿crees que lo cambiaría por cuatro de un quilate cada uno?”. La posibilidad de perder a Giannis es inimaginable para los Bucks. Al fin y al cabo, la última vez que lo hicieron tardaron 50 años en volver a ganar el anillo, Medio siglo. Que ya es.

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