Vinicius Cunningham

La lectura de ‘Laurie Cunningham Different Class’ (Colectivo Bruxista) me lleva a YouTube en busca de aquel extremo de muerte trágica que pasó a la historia por ser el primer negro del Madrid moderno (tras Didí en los años 50) y que sacaba los córner con el exterior. Algo más sabía de su lucha contra el racismo en los 70 y su peculiar personalidad. Pero descubrí que se trataba de un extremo a pierna cambiada de gran clase y electricidad. Era Vinicius en 1979. En las reliquias digitales aparece un resumen con sonido ambiente de un Las Palmas-Real Madrid. Cada jugada es rumoreada por la afición local con comentarios bochornosos. “¡Vamos Kunta Kinte! ¡Ahí va el negro!”.

Cunningham cambió la Inglaterra de los 70, también salvajemente racista, por una España muy en blanco y negro. En su manera de jugar había un sentido por el espectáculo excepcional. Cuenta el excelente libro de Dermot Kavanagh que en su primer entrenamiento en La Castellana le tiró un caño a Camacho. Del Bosque le advirtió: “No es la mejor manera de empezar aquí”. Los Garcías, Benito y Juanito dominaban un vestuario reflejo de la sociedad de entonces. Las lesiones y los problemas de adaptación impidieron que el primer jugador negro en ser internacional Sub-21 con Inglaterra triunfara. Encima su pareja como extranjero era el estajanovista Stielike. Hubiera triunfado con la Quinta del Buitre, otra España y otro fútbol.

Su sucesor actual en la banda es un huracán. Vinicius es el centro de todo lo que pasa. Para bien y para mal. También los insultos racistas, pero en un contexto mucho más aislado que en la época de Cunningham. En su odisea futbolística tras su paso por el Madrid fue al Sporting de Gijón en 1983. Es una incógnita saber cómo este bailarín pasó aquel año en Asturias. ¿Se hincharía a pote con Ablanedo y Cundi? Dejó muestras de su talento como el día que ganaron al Atlético de Luis Aragonés y un ilustrador local hizo una viñeta con Cunningham con taparrabos cocinando al de Hortaleza en una olla.

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