Un desencuentro, no un divorcio
Necesité unos días de reflexión antes de coger la pluma y escribir esta columna. Porque, por mi cercanía con el Madrid y mi historia personal con el Balón de Oro, no viví muy bien lo que ocurrió el pasado lunes. Ante todo, quiero decir que una gala de entrega del Balón de Oro con el Madrid invitado que se desarrolla sin ninguna representación del Madrid es un fracaso para todo el mundo. Nadie en París lo reconocerá, pero sé que saben que esta fiesta del fútbol no salió bien. Estuve trabajando para el grupo L’Équipe-France Football durante veinte años en calidad de corresponsal en Madrid, cargo que dejé hace tres años. De hecho, muchos de los que montaban cada año el Balón de Oro se jubilaron o se fueron (algo normal en cualquier empresa). Tuve el honor y el placer de participar activamente en la organización de la entrega de cuatro Balones de Oro (tres para Cristiano Ronaldo y uno para Luka Modric).
Les puedo asegurar que los votos están altamente protegidos y que el resultado del lunes (victoria de Rodrigo) es sin ninguna duda el fruto de los sufragios. No existe presión de nadie y la limpieza es total. La teoría del complot no vale. Creo sin embargo que hubo un problema de comunicación entre la organización y los dirigentes del Madrid y que, seguramente, no se valoró suficientemente el calibre de la decepción que sería para el Madrid que Vinicius no triunfase. Y, después, no me gustaron ciertos comentarios que denigraban al club más importante de la historia del fútbol. Porque el Madrid siempre se ha portado magníficamente con el Balón de Oro, sobre todo cuando la organización pasaba por momentos complicados. Lo sé porque lo viví desde muy cerca. Así que deseo de todo corazón que las partes se hablen rápidamente y que este triste acontecimiento sea sólo un desencuentro y no un divorcio.
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