Rodrygo aprovecha la bicoca
Al Real Madrid le resultó poco más que un amistoso su partido con el Shakhtar, el equipo que define los temibles tiempos que corren: ucraniano, de una región anexionada ilegalmente por Rusia y nómada por obligación. Después de recorrer la geografía de su país en busca de techos provisionales, y continuar con un dominio casi absoluto en la Liga de Ucrania, con la más extensa nómina de jugadores brasileños en el fútbol europeo, el Shakhtar disputa ahora en Varsovia los partidos de la Liga de Campeones, con una alineación integrada casi exclusivamente por futbolistas ucranianos. Su caso merecerá un buen libro.
Acudió al Bernabéu y confirmó lo que se esperaba. Jugó con pulcritud, pero con las fuerzas muy debilitadas. Acostumbrado a comprar barato y vender caro a sus jóvenes brasileños, muchos de los cuales han sido o serán estrellas mundiales (Fernandinho y Willian tuvieron un fenomenal recorrido en la Premier League), el Shakhtar se pelea ahora con la FIFA y con varios clubes europeos por la normativa que permite salir gratis de Ucrania a los jugadores extranjeros. Consideran que algunos clubes han rapiñado sin el menor escrúpulo en la tragedia de la guerra.
Jovicevic, antiguo jugador del Real Madrid, dirige lo que queda del Shakhtar. Todos eran ucranianos en la alineación titular. Las intenciones del equipo quedaron claras: hacer buena letra, pasar la pelota con paciencia, construir desde el portero, más o menos lo que predicaba su anterior técnico, el italiano De Cerbi, recientemente elegido por el Brighton para sustituir a Graham Potter, el nuevo entrenador del Chelsea.
Le planteó al Real Madrid el partido más conveniente para el campeón de Europa. El Shakhtar quiso jugar sin los jugadores adecuados para aguantar el plan de Jovicevic. Los jugadores adecuados estaban en el Madrid, que disfrutó de un partido de entrenamiento con el valor añadido del resultado. En el Bernabéu planeó la incertidumbre del 2-1, que se mantuvo hasta el final. Cualquier error o despiste podía convertirse en una sorpresa mayúscula. Fue lo único que añadió un poco de picante al encuentro. Por lo demás, la superioridad del Madrid resultó abrumadora.
Pocas veces un equipo ha disfrutado de tantas ocasiones de gol y ha salido ganador por una diferencia tan corta. El Madrid funcionó sin el menor estrés, al ritmo que le apetecía y un esquema novedoso, a gusto del consumidor. Para unos fue un 4-4-2, con Rodrygo en la punta junto a Benzema, y otros consignaron el 4-2-3-1, Tchouameni y Kroos en el medio, Valverde, Rodrygo y Vinicius en la siguiente línea, Karim en punta.
Es la ventaja de contar con jugadores tan versátiles. Valverde se ha erigido en un cien pulmones que sirve como interior derecho, todocampista y extremo derecho. El uruguayo modifica todos los dibujos con su despliegue y rendimiento. Otro que se adapta a diferentes registros es Rodrygo, cada vez más cerca de la posición que le gusta o más alejada de la que menos le gusta. En la derecha rinde a ratos, a veces muy bien y otras con cierto sufrimiento, pero desde el primer momento dio la impresión de sentirse más cómodo en posiciones interiores.
La reciente lesión de Benzema le abrió el hueco en el centro de la delantera con un éxito indiscutible. Rodrygo destrozó a la defensa del Atlético. De su olfato para el gol no había dudas. Tiene ese don. Ancelotti modificó el dibujo habitual para observar el desempeño del joven brasileño junto a Benzema. Respondió con un gol y la garantía de un rendimiento cada vez más notorio en un equipo que ha encontrado la bicoca del siglo en el sorteo de la Liga de Campeones. La primera ronda es el paseo perfecto para ajustar el equipo, evitarse cualquier tensión y enchufarse en la Liga española.
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