¿Qué me pasa, doctor?
Sufro mucho, doctor. Como hincha, cada día me cuesta más ver los partidos con la ilusión del que va a disfrutar de la emoción del juego, del buen fútbol, del ambiente de un espectáculo. Lo veo todo con angustia desde hace algunos años. Con el miedo del que, si va ganando, cree que le van a quitar el pan del morral y el ansia del que, si va perdiendo, sube al televisor a rematar los córners. Y, mea culpa, sucede lo mismo con los equipos que necesitas que pierdan: sea por mero sentimiento o para paliar tus propias derrotas. Esta es además una sensación embrutecedora, pero inevitable. Vivo en una quiniela vital permanente. Ni con 14 triples iría seguro. Quizá me lo tomo demasiado en serio.
Luis Aragonés no miraba hacia el abismo cuando dijo que las Ligas se decidían en las últimas 10 jornadas. El Sabio de Hortaleza pensaba en ganar el campeonato, y por eso esta Zona Zapatones, que suele comenzar a la vuelta de Semana Santa, es en realidad el viacrucis de la Liga para los equipos que juegan por eludir el descenso. Un sufrimiento, una cruz, un hondo penar domingo a domingo, con más sustos algunos miércoles, una pasión irracional que deja casi tantas heridas como años de fútbol cumples.
Y, sin embargo, con mi equipo jugándose la vida y la vergüenza, ante una nueva jornada de Liga, asustado, herido, cerca de tirar la toalla porque me cuesta ver dónde lograr los puntos que nos hacen falta, las cinco victorias que necesita el Espanyol para alcanzar las 88 temporadas en Primera, he tenido el mejor acicate. Que el debate deportivo sea ahora escoger el equipo del régimen por culpa de las excusas de un trilero que ha logrado que discutamos qué equipo era menos franquista en el Franquismo, como si la guerra no la hubiese perdido (todo) el fútbol, me hace recuperar la fe. Me siento como Ilsa y Rick en Casablanca. Derrotado, pero en el lado bueno de este deporte. El mundo se derrumba (con excusas victimistas y debates absurdos) y nosotros nos enamoramos (de nuestro equipo). El próximo partido quiero volver a sufrir, doctor.
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