A la enfermería para lamerse las heridas

Decíamos ayer que el Real Valladolid de Pacheta iba al Camp Nou con la intención de ser valiente y descarado, lo cual podía llevarle a salir por la puerta grande o por la enfermería. Y fue por esta segunda estancia, pero con la sensación de que, encima, el equipo blanquivioleta no fue lo que quería ser. Le faltó valentía, fuerza e intensidad. Para muestra un botón: en un partido en el que sólo has tenido una posesión de balón del 30%, los blanquivioletas hicieron ocho faltas, una menos que su rival que tuvo el esférico el 70% de los minutos que jugó. Y también los blaugranas ganaron más duelos que los pucelanos. No soy amigo de hablar de la falta de intensidad, ni de complacencia. Porque el gran problema del Pucela ayer fue que no fue ni defensivo, ni ofensivo. La cuestión es que no fue nada, se quedó en terreno de nadie, defendió poco y mal. Atacó menos. Sólo cuando el Barça se relajó, los pucelanos vieron de cerca al alemán Ter Stegen.

Lo peor no es la goleada encajada ante el Barcelona (4-0), sino la sensación que trasladó el equipo, parecida a la que dio durante una hora ante el Villarreal en la primera jornada o en la primera parte ante el Sevilla en la segunda. El equipo pareció muy inferior a estos tres primeros rivales y sólo una reacción inmediata ante tres equipos más directos: Almería, Girona y Cádiz, dará un giro al mal trago con el que ha empezado la temporada el equipo de Ronaldo.

De momento, toca esperar a cerrar con éxito el fin del mercado de verano y pensar desde ya en el duelo ante el Almería, un encuentro para recuperar sensaciones y equilibrar el humor blanquivioleta que hoy es de amargura y pesimismo. No hay para tanto. Esto es muy largo, se ha empezado mal, podía ser peor, pero falta mucho y Pacheta y su tropa se han ganado un voto de confianza.

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