Ponga un entrenador italiano en su vida

Después de El Clásico tuve claro que si el Barcelona tuviera un entrenador italiano la historia sería diferente. Luego miré la lista histórica de entrenadores del Barça y sí, es cierto, nunca ha sido entrenado por un italiano. El Madrid de Carlo Ancelotti solventó el partido con tal sencillez que me preguntaba si el conservadurismo transalpino ha ganado definitivamente la batalla del fútbol moderno. Si para ganar con la seguridad y eficacia con la que gana el actual Real Madrid hay que jugar así. Y es que Ancelotti, al que admiro, venero y me gustaría ver 20 años en el banquillo, es conservador hasta límites exasperantes para mi paciencia como aficionado. Ancelotti ha conquistado a base de victorias al público del Bernabéu, que atiende pasivo y confiado a que el equipo gane pese a que la pelota la tenga casi siempre el rival. Es un asunto contracultural en Madrid.

El público de Chamartín históricamente se inquieta cuando el balón circula durante minutos y minutos en los pies de los rivales. Pero Carletto tiene anestesiada a la grada. El partido frente al Girona fue un clásico ejemplo de la cultura italiana del fútbol. El Madrid esperó en su campo toda la primera parte. Es el plan contra el Girona, el Barcelona o el Manchester City. Esperar, recuperar y volar en los menos toques posibles al gol. Y parece que funciona.

Y así lo cree Ancelotti que, pese a que el agónico 1-0 llegó en el último tramo del partido, aseguraba en el postpartido que el Madrid tenía el partido “encarrilado” hasta el penalti de Asensio. Realmente ve el fútbol así. Gol-partita de toda la vida. Y ese italiano toque de rabia ante la derrota que siempre es culpa de otros. ¿Empató el Madrid por culpa del árbitro o porque no fue capaz de golear a un equipo claramente inferior? Nos ha dado tantas lecciones en estos dos años que no me atrevo a contradecir los planes de Ancelotti. Solo le pido un poquito de improvisación. Un cambio antes del minuto 70 per favore. Un partido presionando arriba desde el primer minuto. Un canterano que echarnos al plato.

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