Ocho meses por insultos a Vinicius
Ocho meses de prisión, dos años sin acceso a ningún estadio de España y el pago de las costas del procedimiento. Esa ha sido la sentencia del juzgado número 10 de Valencia en el caso de los tres aficionados que ofendieron a Vinicius con gestos y gritos racistas en aquel tristemente célebre partido de Mestalla en el que, harto de sufrir escraches en todos los campos, señaló a uno de los ofensores provocando una cadena de reacciones que incluyó al mismísimo Lula da Silva, presidente de su país. Con este caso, LaLiga, que venía denunciando estos ataques a él o a otros, obtiene una primera sentencia contra el racismo.
Los tres han escrito una extensa carta de disculpas dirigida a Vinicius, conviene reflejarlo. Como conviene reflejar también que el Valencia se esmeró en retirarles la condición de socios, lo que no le libró de un cierre de grada, cosa que en lo sucesivo no se ha hecho en circunstancias iguales. El valencianismo se siente en general herido por un episodio en su estadio que no fue mayor que en tantos otros (se estaban naturalizando por todo el país los insultos racistas a Vinicius, y también los sufrían algunos otros, como los hermanos Williams), pero en el que se produjo una diferencia: Vinicius localizó y señaló al ofensor.
Hizo lo que no venía haciendo la policía. Y a partir de esto, ella y los jueces han empezado a hacer lo que notoriamente no hacían: tomarse en serio esto. Los tres condenados no han hecho nada que no hicieran muchos antes, pero lo que hicieron no podía hacerse. A ellos les tocó el fin de la impunidad y bienvenido sea este. Ha sido una lucha en la que LaLiga ha estado muy sola, no respaldada ni por el Madrid en sus muchas denuncias previas por casos parecidos, algunos sangrantes, como aquella tarde en Mallorca. Pero hoy es el momento de felicitarnos, porque aquel dedo de Vinicius marcó el principio del fin.
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