Oblak fue el único que no se relajó
Pintaba muy bonita la tarde. O el mediodía. Niños en la grada, ya acostumbrados a enfrentarse a la sesión de nueve, inicio potente, intenso y con goles. Primero Griezmann, anulado por un fuera de juego milimétrico. Después Morata, para acabar con su primera mala racha del curso con un auténtico golazo. Y acto seguido Correa. 22 minutos donde todo funcionaba, Griezmann en el medio, robando e iniciando, Koke alegre, la delantera marcando... las cábalas pasaban por cuántos goles serían. El Atlético estaba a uno de los 100 en 2023. Griezmann, a tres de Luis Aragonés. El Almería, que todavía no ha ganado, parecía entregado. Pero vivo.
Y el Atlético le dio por muerto demasiado pronto. Levantó el pie del acelerador, perdió la tensión y se dejó llevar. El calendario es muy exigente y la cabeza de los futbolistas parecía estar ya en la Lazio. Motiva más la Champions que un partido aparentemente sentenciado ante el colista. Pero el Almería tiró de casta. Y, una vez te has desactivado, es complicado regresar al partido. Oblak parecía el único en verlo venir. Tanto con sus guantes como con sus gritos. Sostuvo al equipo, hizo todo para evitar el gol de Baptistao, pero ya es costumbre que al Atleti le vacunen exjugadores. Los nervios se apoderaron del Metropolitano, frío como la tarde. Pero no hubo males mayores. Los puntos se quedan una vez más en casa, el estadio inexpugnable... aunque el miedo corriese por sus gradas.
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