Mbappé, los árboles y el bosque
El Mundial está siendo la confirmación evidente de que Mbappé marcará, si no pasa nada raro, la próxima década en el firmamento futbolero. Sus espectaculares goles y su incidencia en los partidos están siendo tremendos, aunque lo más difícil está por llegar. Mucho madridista indignado por su plantón en verano se está preguntando si merece la pena un último intento por fichar al crack a pesar del ridículo mundial al que sometió al club hace menos de 6 meses.
La tentación es grande, pero justo ahora conviene recordar que Kylian, entre gloria y dinero, escogió lo segundo sin pestañear. El francés y su entorno aprovecharon la fabulosa oferta del Madrid para llenarse más los bolsillos y, además, no tuvo ni la valentía ni la decencia suficientes como para enfrentarse cara a cara con Florentino para explicarle su decisión. Un burdo mensaje de móvil le pareció suficiente.
Mbappé es un jugadorazo, pero también un tipo con actitudes infantiles y un ego desmedido que puede ser dañino para un vestuario que ahora mismo es una balsa de aceite. Es evidente que la plantilla envejece y hay que afrontar una renovación más pronto que tarde, pero el camino no puede pasar por un futbolista que te ha dado varias veces calabazas. Hay que fichar talento, juventud y, sobre todo, futbolistas que entienden que por buenos que sean nunca van a ser más grandes que el escudo del club más admirado del mundo.