Mateu Alemany deja el hueco a Messi
No es difícil relacionar la salida intempestiva de Mateu Alemany del Barça con la sanción del PSG a Messi: dos semanas de empleo y sueldo y el anuncio de que no se le renovará. Empecemos por lo segundo. En realidad, Messi ya no pintaba nada allí. Lo escogió como destino apresurado, relativamente cercano a Barcelona, porque necesitaba un equipo en el que mantenerse activo y en forma con vistas al Mundial. El PSG a su vez, completaba un estruendoso trío de galácticos. Pero Messi ya ha ganado el Mundial, tiene su escalera de color, y no podía esperar nada de ese PSG en el que Mbappé es la niña de los ojos y los otros dos estorban.
A Neymar, que anda de lesión en lesión, no se lo pueden quitar porque tiene contrato hasta 2027, pero a Messi lo licencian con la infamia de una suspensión por haber hecho algo que tantos galácticos y otros que no lo son tanto han hecho con frecuencia. Tampoco le importará. Su familia está harta de París, donde no hay mar, la gente tiene la costumbre de hablar en francés y hace ese persistente mal tiempo que Churchill denunció como el secreto mejor guardado del mundo. Nada que ver con Castelldefels, donde la familia fue feliz y espera volver a serlo. No hace poco, en uno de sus frecuentes viajes, se acompañaron de 15 maletas.
Así que él quiere volver al Barça, está libre para ello, y Laporta quiere que vuelva, y ya no existe uno de los dos frenos que le retenían, Mateu Alemany, que ha encontrado la oportuna gatera del Aston Villa para alejarse de un jefe que no le deja hacer sus propios planes porque prefiere imaginar por su propia cuenta castillos en el aire. El otro freno, claro, será Javier Tebas, por cuyo fielato deberán pasar unas cuentas que están entre las de la lechera y las del Gran Capitán. Palancas, palancas, más palancas y un Museo Messi en la Masia para allegar nuevos ingresos. Todo por un proyecto con freno y marcha atrás, como los cuatro corazones de Jardiel Poncela.