Lágrimas de grandeza
En deportes, este mes, con Juegos Olímpicos y comienzo de Paralímpicos, final de la Supercopa, cuatro jornadas de Liga, Vuelta Ciclista, Masters 1000 ATP de Cincinnati e inicio del US Open, Fórmula 1, Mundial de motociclismo, etc... “estamos haciendo el agosto”. Entre las muchas imágenes de París 2024, quedará la de la reina de la gimnasia, Simone Biles, rindiendo pleitesía, inclinándose ante la vencedora en suelo, la brasileña Rebeca Andrade; y sobre todo recordaremos las lágrimas de grandeza de Carolina Marín, con la rodilla y el alma destrozadas y las de su rival, la china He Bingjiao, que tuvo el gesto de recoger la medalla de plata con un pin de España en homenaje a la mejor jugadora española de bádminton de la historia.
La temporada de fútbol comenzó con la Supercopa de Europa, y primer título ganado por el Real Madrid. La plantilla está todavía lejos, como es normal, del mejor estado de forma. Empate en Mallorca, con roja justa a Mendy, y perdonada a Maffeo. Gol de Rodrygo, con detalles de gran equipo y aspectos a mejorar. No está Kroos, como un día dejaron de estar Di Stéfano y tantos grandes futbolistas, lo que obliga al equipo a olvidarse del alemán y adaptarse a lo que tiene, que es mucho. Vinicius sigue siendo el que más peligro crea. De Mbappé, que ha conseguido su primer título europeo de clubes en su primer partido de blanco, se espera, además de su capacidad goleadora, que también pueda romper defensas con su potencia y velocidad. Con Courtois, el Madrid sigue teniendo al mejor portero del mundo, evitando goles que subirían al marcador con otro portero. La posición de Bellingham, que en muchos partidos de la temporada pasada fue casi un delantero más, debe retrasarse, especialmente si el equipo juega con tres puntas. Su gran despliegue físico es muy importante para juntar lineas. El Madrid no puede dar un partido por perdido, pero tampoco por ganado.
Hemos visto, y seguiremos viendo, lágrimas en la derrota, y algunas veces, más en la victoria. Las de Djokovic en París, que venció por creer que ganar no era imposible. Las de Alcaraz al comprobar que, aún siendo mejor, perder siempre es posible.
Y lágrimas de dolor y de incomprensión por el asesinato ayer de Mateo, un niño de 11 años, en un campo de fútbol.
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