La presión y el ruido
Xabi Alonso se examina cada partido y no habrá tregua hasta que gane un título: y esa paz, además, durará poco. En el Madrid la exigencia es máxima.
Dice con sorna Carletto desde Londres a AS que un empate en el Real Madrid es la antesala de la crisis y no le falta razón, sobre todo si el empate es en casa de un club modesto y vienes de perder con justicia ante un rival de tu nivel. Esas dos circunstancias borraron de un plumazo los ecos del triunfo en el Clásico del Bernabéu, donde, sin hacer una exhibición de fútbol, la superioridad blanca ilusionó a la parroquia. Pero aquí no vale solo con la esperanza, porque la exigencia es máxima y la presión no afloja aunque vayas primero en la tabla. Aquí, Xabi Alonso se examina cada partido y no habrá tregua hasta que gane un título: y esa paz, además, durará poco, hasta que vuelva a ganar.
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Sobrellevar las críticas, los rumores, el ambiente enrarecido y las caritas de algunos jugadores descontentos no es fácil. Hay entrenadores a los que se les endurece el gesto, se les seca la boca, hablan menos y la sonrisa se les vuelve artificial. Son técnicos vacilantes que se hacen más pequeños, aplastados por la responsabilidad de tener todas las miradas escrutando sus decisiones, sus gestos y sus palabras. Pero también hay otros que aguantan el tirón, pasan el mal trago y terminan superando los rápidos sin estrellarse contra el vestuario, porque ahí está la clave, en la caseta. Si los jugadores creen de verdad en el entrenador, si están convencidos de lo que hacen, sostendrán al jefe. Si no, habrá problemas.
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