Ingenuo Huijsen, pletórico Militao

Xabi Alonso regresó a Anoeta, su primera visita como entrenador del adversario de la Real Sociedad, donde se construyó como gran futbolista, heredero de otro Alonso de imborrable recuerdo, Perico, su padre. Dos centrocampistas de características diferentes, pero con la misma fiereza competitiva. Xabi no la ha perdido como entrenador. Llevó al filial del equipo guipuzcoano a la Segunda División, transformó al decaído Bayer Leverkusen en una de las grandes sensaciones del fútbol europeo y desembocó en el Real Madrid. Es una secuencia que remite a su trayectoria como jugador: Eibar, Real Sociedad, Liverpool, Real Madrid y Bayern Múnich. Alonso marca sus objetivos y los alcanza. En Anoeta, dirigió al Madrid a una victoria que le mantiene invicto.

El equipo transmite una onda distinta a la del anterior campeonato. Si el juego no alcanza todavía grandes cotas, la implicación resulta indiscutible. Ha aumentado la actividad y el compromiso colectivo. La insistencia del técnico en colocar a Güler en una posición más retrasada se entiende como una apuesta muy personal de Alonso. El técnico se ha cargado de razón hasta ahora, aunque a Güler se le medirá definitivamente en los duelos más selectivos de la Liga y de la Copa de Europa.

Güler fue crucial en el primer tiempo, antes de perder casi todo el protagonismo en la segunda parte. Más que la Real Sociedad, el partido lo modificó la expulsión de Huijsen. Una amonestación era más que suficiente para castigar el agarrón del central a Oyarzabal, pero el árbitro y sus colegas del VAR pensaron otra cosa. Acción para una gran polémica, bastante disipada por la victoria del Real Madrid.

La acción de Huijsen permite otra lectura. Al joven central le faltó contundencia y buena colocación en primera instancia. Flojeó en el marcaje a Oyarzabal, uno de los jugadores más inteligentes y astutos de la Liga. Pocos aprovechan los errores de los rivales mejor que él. Fuerte, pero sin un físico aparatoso, utiliza su cuerpo con maestría en los contactos y fricciones. Por lo demás, conoce de maravilla la geografía del fútbol: sabe dónde hacer daño al equipo rival.

Alonso comentó una vez que las características de Oyarzabal le recordaban a Thomas Müller, ex compañero en el Bayern de Múnich. Jugadores listos, con oficio, capaces de aprovechar en dosis masivas sus cualidades. Huijsen tiene todos los números para convertirse en un gran central. Sólo ha jugado cuatro partidos de Liga y parece que lleva toda la vida en el Real Madrid. Confianza no le falta. En ocasiones, le sobra osadía.

Superado por Oyarzabal a 45 metros de la portería, Huijsen lo derribó con un agarrón. El delantero guipuzcoano dispone de un arsenal de cualidades, pero no de la explosividad para obtener ventaja sobre Militao, que estaba cerca, en una carrera de velocista. Por equivocado que pudiera estar el árbitro, Huijsen se equivocó. Fue ingenuo, le faltó contundencia y dejó a su equipo en una posición inestable cuando todo rodaba como la seda.

La Real pasó del ataque de nervios −errores constantes, tanto en la defensa como en la joven línea de centrocampistas− a la invitación de empatar o ganar el encuentro. Alonso cambió jugadores, modificó el dibujo, trabajo duro, en definitiva, para arreglar una situación cada vez más comprometida para el Real Madrid. En términos absolutos, no terminó de encontrar las soluciones para rebajar la ofensiva de la Real Sociedad, pero sí comprobó la crucial importancia de Militao. Dos lesiones de rodilla después, Militao estuvo pletórico en las dos áreas.

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