Humillados

Inadmisible.- Llevo en este mundo más de 60 años. En mi blanca existencia he disfrutado de muchas conquistas, he ‘levantado’ nueve Copas de Europa, un sinfín de Ligas, Intercontinentales, Supercopas de Europa y de España... Entregar mi corazón futbolístico al Real Madrid me ha permitido encarar la vida con un optimismo genético, alimentado cada semana por las habituales alegrías que me ha ido dando mi equipo. Lógicamente, también hubo momentos complicados y duros de asumir. Las dos Ligas de Tenerife, la final de París contra el Liverpool en 1981, el 5-0 del Barça de Guardiola al Madrid de Mourinho, la tanda de penaltis maldita ante el Bayern en el Bernabéu... Pero pocas veces me he sentido tan humillado como hoy. Jamás vi al Atleti meternos cinco goles. Nunca. Jamás. Era algo impensable en un derbi. Sí me comí a veces cuatro goles de nuestros vecinos, una vez en una noche lluviosa en el Bernabéu o el día que Cristiano cumplía 30 años en el Calderón. Pero casi siempre les comíamos la moral y tenemos esas dos finales gloriosas de Champions de Lisboa y Milán. Pero todo eso y nuestro Santo Grial en forma de 15 Orejonas no me consuela con lo sufrido esta tarde maldita del arranque de otoño. Que este decadente Atleti del Cholo te meta una manita es sonrojante. Inaudito. No tiene un pase. No hay excusas arbitrales siquiera, aunque ya sé que Sorloth podía haber recibido una segunda amarilla por su celebración y que lo de Güler es penaltito. ¿Pero cuando juegas con esa falta de tensión cómo me voy a agarrar a eso? Nos ha faltado orgullo de camiseta, nos han ganado todas las disputas, las segundas jugadas y en los balones aéreos nos remataban todas, como si nuestros defensas y nuestro portero fuesen parte de un decorado inmóvil. Ni siquiera hemos reaccionado tras el doloroso 4-2. Encima, Xabi, que nos tenía maravillados, sufrió un ataque de entrenador...

Bellingham, titular.- Dicen que los periodistas no tenemos ni idea de fútbol aunque nos apasione desde que dimos nuestros primeros pasos. Escribí en este diario hace 48 horas que lo ideal sería mantener el once de Orriols, con Franco Mastantuono titular y dejar a Bellingham para la última media hora. Parecía tan lógico y coherente que nunca imaginé que iba a equivocarme. Jude, titular. Missing. Desaparecido en combate. No estaba para salir de inicio. Y Mastantuono entró tarde y acabó desesperado. Un canchero como él tenía que haber jugado de inicio. Era de cajón. Sé que a toro pasado es fácil hablar, pero no ha sido mi caso. Ni el de muchos madridistas. Todos me habían acribillado el WhatsApp con este asunto nada más conocer la alineación. Se veía venir...

La afición no merece esto.- Me da igual que me tachen de populista, pero si no lo digo reviento. El viernes estuve en Fuengirola acompañando a la peña madridista que honra, como debe ser, el recuerdo de nuestro Juanito, natural de la maravillosa ciudad de la Costa del Sol. Juanito podía ganar o perder un derbi, pero jamás agachaba la cabeza ni se rendía. Y, por supuesto, nunca le metieron cinco. Allí conocí a una niña que iba feliz con su camiseta del Madrid y acompañada por sus papás. Marina Rosado me abrazó y me dijo que soñaba con un gran triunfo en el derbi. Su ilusión infantil era la de una afición entera que creía que por fin el equipo había recuperado sus señas de identidad tras un curso errático y decepcionante. Por eso el dolor por la manita aumenta, más allá del pobre fútbol exhibido. Mira que con 1-2, tras las genialidades de Mbappé, Vinicius y Güler, parecía que esto iba a tener un final feliz. Pero los míos ni siquiera reaccionaron con rabia. Ni chutaron a puerta en la segunda parte. Oblak debió flipar. Un Madrid entreguista y rendido, sin coraje. Al enemigo le hemos regalado una manita. Imperdonable.

No me queda otra que felicitar a los atléticos y, especialmente, me acuerdo ahora de mi añorado Manolete. Seguro que desde allá arriba lo estará celebrando.

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