Haro y el 10.000 que nunca olvidaremos
Cuando entonces, que diría Umbral, nuestro desempeño olímpico era un fracaso. Los deportes profesionales, a cargo de clubes o promotores privados (fútbol, ciclismo y boxeo, la trilogía clásica) nos daban frecuentes alegrías, pero el resto eran un fracaso. Cada cuatro años, las dos semanas como estas que ahora estamos viviendo nos hacían sentir débiles y catetos, con muy contadas excepciones. Por eso la carrera de Mariano Haro en los 10.000 metros de Múnich 1972 quedó en el recuerdo de toda una generación. Pasamos media hora prendidos del televisor y su medalla final de chocolate casi nos supo a oro.
Fue un 3 de septiembre, domingo. El británico Bedford, que había prometido el oro con récord mundial, corrió la primera vuelta ¡en un minuto! El tropel le sigue como puede. A media carrera cae Lasse Viren, pero se levanta como un resorte y cierra los 20 metros que le separan de Bedford, Yifter, Haro y Puttemans. Un primer ataque de Haro elimina a Bedford y más tarde, ya a falta de dos vueltas y sabiéndose el más lento en el esprint, pega otro tirón que sólo resiste Viren, pero a falta de una vuelta conectan Yifter y Puttemans. El 400 final deja a Viren primero, Yifter segundo, Puttemans tercero y Haro cuarto.
El ‘León de Becerril’ no recibió medalla, pero sí el laurel del reconocimiento de toda España porque paró al país ante la tele, haciéndonos vibrar por primera vez con una profunda emoción olímpica. Para entonces tenía ya 32 años y había invertido muchos corriendo para apostantes en plazas de toros del País Vasco. Hijo del hambre y la escasez, de chico cazaba perdices en los trigales, agotándolas. La falta de una estructura deportiva seria retrasó su formación y su llegada al gran atletismo, en el que no obstante alcanzó a brillar lo suficiente para encaramarse en nuestro santoral. Se ha ido un grande. Descanse en paz.
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