El Rayo ganó en motivación al Madrid

Había cambio de entrenador en el Rayo, mediodía reventón y campo repleto de gente dispuesta a entusiasmarse. Vallecas quiere a su desvencijadillo campo tan entrañablemente que le espanta la idea de que se si lo derriban lo construyan en otro distrito, y contra eso se manifestaron. No hay tal, si el campo se mueve será en busca de un solar más amplio pero dentro de la propia Vallecas, hoy mucho más grande que en los tiempos en que allí triunfó el carabanchelero Felines. Pero la afición rayista es reivindicativa por naturaleza y ahí ha encontrado otra causa para expresar descontento. Y de paso, una motivación más para agruparse en torno al equipo.

Motivación es la palabra que explica el partido. El Rayo jugó mucho más convencido. Necesitaba más los puntos, sus jugadores estrenaban jefe y el barrio se puso de su lado llenando el estadio. Así que aunque el Madrid se adelantó pronto con un gol de Joselu a la vuelta de un fallo clamoroso de Raúl de Tomás, los locales no se amilanaron. Más bien aquello fue una especie de gol-trampa para el Madrid, que tuvo motivos para confiarse por lo fácil que había sido: contraataque fulgurante de Valverde por la derecha tras el fallo referido, envío al centro y gol de Joselu, siempre en la brecha. La linier marcó fuera de juego, pero el VAR aclaró que no hubo tal.

A partir de ahí, el brío de Rayo presidió el partido. El Madrid pensaba que volvería a llover algún otro gol caído del cielo pero lo que cayó fue un penalti en su área por mano de Camavinga a tiro de Trejo. Penalti de VAR, pero penalti. Por cierto, Iturralde comentó en la SER que años atrás eso era roja porque el tiro iba a puerta, luego se cambió por amarilla y desde este verano no es tarjeta. ¿Y el que viene? ¿Será tarjeta azul? Luego, al Madrid le faltó entusiasmo e inspiración (suelen ir unidos) para imponerse y al Rayo un puntito de finura en los tramos finales. Pero el empate le vale. Y al Madrid no le hace daño en la tabla, pero le afea.

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