El Madrid mantiene viva su saga inglesa
No se recuerda una saga tan larga y hasta ahora perfectamente resuelta por el Real Madrid. En el Bernabéu jugó frente al Manchester City el décimo partido consecutivo con rivales ingleses en las eliminatorias y final de la Liga de Campeones. El pasado año se midió con el Chelsea y el Manchester City en las dos rondas que precedieron a la final contra el Liverpool. En esta temporada, el Madrid ha eliminado al Liverpool en octavos de final, al Chelsea en cuartos y queda pendiente de la decisión en Mánchester de la semifinal con el City, después del empate en el Bernabéu. Cuatro eliminatorias, una final, la posibilidad de otra, la Copa de Europa está dibujando un paisaje absolutamente nítido en el fútbol: el Real Madrid contra la Premier League.
Hasta ahora ha salido vencedor de una pugna que excede el valor estricto de los resultados. En un momento de máximo apogeo del campeonato inglés, sostenido por un chorro de inversiones que no admite comparación en el panorama internacional, el Madrid se ha erigido en un obstáculo poco menos que insalvable. En 2018 y en 2022, derrotó en las finales al pujante Liverpool de Klopp, arrasado esta temporada en Anfield y eliminado en Madrid. Algo parecido ha ocurrido con el Chelsea, anegado de millones de libras y multitud de fichajes por sus nuevos propietarios estadounidenses.
Está claro que el rival más consistente de la escena inglesa es el Manchester City, el único que accede con regularidad a las semifinales, pero sigue huérfano del título. En la ida de esta semifinal, jugaron un partido interesante, de buena factura, pero no excepcional. Los dos equipos expresaron algunas de sus mejores cualidades en fases diferentes del encuentro, sin soltarse el pelo en ningún momento.
Tanto el Madrid como el City manejaron las emociones y encontraron la manera de subsistir a los mejores momentos del otro. El gol de Vinicius cerró la media de control casi absoluto del equipo inglés. El derechazo de Kevin de Bruyne castigó una imprudencia de Camavinga cuando el Madrid ofrecía su mejor y más elegante versión. Dos identidades diferentes -el Manchester es el equipo de la continuidad metódica y el Madrid es el rey de la adaptación a los momentos- se replicaron en una atmósfera de noche grande, la más esperada del año en el Bernabéu.
La Premier tiene dinero y prestigio, buenos o muy buenos equipos, enorme cobertura mediática y un aire de poderío que asusta a todos, menos al Real Madrid. Lo explica con la rutina de sus éxitos en Europa y el balance de sus enfrentamientos con los equipos ingleses. En este capítulo, es un equipo que escapa de los márgenes del fútbol español, cuyo prestigio ha decrecido en el concierto internacional.
En una temporada en la que el Atlético de Madrid y el Barça salieron eliminados de la liguilla de grupos, el Madrid se mantiene donde acostumbra. Ha ganado 14 ediciones de la Copa de Europa, cinco de ellas en los últimos nueve años y siente que este territorio le pertenece. Lo defiende, por supuesto, con una colección de fenomenales jugadores, perfectamente mezclados. A los mejores de una generación que se niega a declinar -Benzema, Modric, Kroos- se añade buena parte de los mejores de la nueva cosecha -Vinicius, Rodrygo y Camavinga- y un portero sensacional.
Guardiola dio a entender en la conferencia de prensa que el Madrid actual es superior al de la temporada precedente. Tiene razón, a pesar del deficiente recorrido en la Liga, donde se abandonó después de la derrota contra el Barça en marzo. Sin embargo, el equipo se ha reservado momentos cumbre en el Camp Nou -semifinal de Copa- y Anfield, escenario de una exhibición memorable. Esa versión natural, ingeniosa y fluida emergió en algunos momentos del segundo tiempo, de la misma manera que el hipnótico despliegue del City se expresó en la media inicial, sin la amenaza de Haaland, desactivado por Rüdiger y Alaba, que despejaron las dudas que se cernían sobre la eficacia de los centrales en las últimas semanas.