El Leipzig corrió, el Madrid no

“El que no quiera lesionarse que se quede en el sofá”, dijo la víspera Ancelotti, cuando le preguntaron por la influencia que la proximidad del Mundial pueda tener en algunos o muchos de sus jugadores. Bueno, pues más o menos. El Madrid salió en Leipzig a verlas venir. Con alguna excepción, sobre todo Vinicius, que no paró de intentar sus cosas, el Madrid jugó a ritmo de carreta, sin exponer, muy por debajo en intensidad del Leipzig. Nada raro, si quieren: llegaba clasificado, le bastaba un empate para ser campeón de grupo y si no lo lograba, aún le quedaba el último tiro ante el Celtic en el Bernabéu. Y el Lepizig se jugaba las habichuelas.

Así que el equipo alemán ganó todos los duelos en largas fases del partido. Y además tiene buenos jugadores y mucho filo arriba, donde Nkunku impresionó, pero no sólo él. A Courtois le tocó pagar el pato. En la entrevista final se le veía de mal humor y razones tenía. Cada gol lo encaja el equipo entero, pero sólo uno tiene que ir a buscar la pelota a la red, y ese es el portero. Ayer le tocó tres veces y eso que se ahorró alguna más por sus propios méritos. No fue plato de gusto para él. Ancelotti se presentó ante las cámaras sosegado: “No puedo ser crítico con un equipo que ha estado tan bien hasta ahora”, dijo. Pero la procesión tenía que ir por dentro.

Puede valer como explicación, no como justificación, que faltaran varios hombres esenciales: Modric, Valverde y Benzema. Pero a mí me sabe aún peor la cantada porque era una ocasión para ver a Tchouameni y Camavinga hacerse cargo de la situación con la sola compañía de Kroos y los dos decepcionaron. No supieron coger los hilos del equipo. De uno en uno y con sus hermanos mayores cerca se defienden, pero anoche les tocó ser mayoría y no carburaron. Mal síntoma a no ser que se deba al síndrome-del-Mundial-que-está-a-la-vuelta-de-la esquina, lo que sería casi peor. En fin, nada que no se arregle ganando el miércoles al Celtic.

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