El Girona está desarmando LaLiga

El 2-4 del Girona en Montjuïc es uno de esos resultados que se recuerdan a través de los tiempos. Un marcador extraordinario para un partido protagonizado por un equipo que se nos presentaba como aspirante a la permanencia (con 41 puntos podemos decir que ya la ha conseguido), que pronto reclamó para sí esa condición simpática y pasajera de ‘equipo revelación’ y que ahora es un líder consolidado que merece la consideración de candidato al título tanto por su trepidante ritmo de puntuación como por la calidad de su juego. De momento al Barça, campeón vigente, no lo olvidemos, lo ha distanciado a 7 puntos y metido en una crisis gorda.

Juega muy bien este Girona. En el primer tiempo rompió con acierto la presión adelantada del Barça, que quizá acuse no tener un medio centro bien definido para adivinar y cerrar pasillos, y así se fue al descanso en ventaja. Pero lo de la segunda mitad ya no fue eso, sino el despliegue de un juego de toque y desmarque de extrema pulcritud y belleza. Y no hablo de un juego de arabescos inútiles, sino cargado de intención, con aceleraciones súbitas. Y acompañado de jugadas relampagueantes cuando había espacio por delante, como fueron las de los goles tercero y cuarto, éste como respuesta al apretón final del Barça.

Un apretón en el que Gündogan, que en el área rival es una piraña en el bidé, marcó en 2-3 levantando así la esperanza culé, malograda un minuto después por Lewandowski, que falló clamorosamente un balón que Lamine le puso en la frente. Lamine, sí, ese adolescente al que él despreció y negó la mano por no darle no sé qué no sé qué día, se quedó mirando estupefacto cómo su perfecto pase se iba al limbo. Y a continuación, la enésima cabalgada de Miguel Gutiérrez acabó en centro preciso de Savinho, otro grande, al veterano Stuani que elevó al marcador ese 2-4 que hoy está retumbando como un trueno por todo el planeta fútbol.

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