El Cholo Simeone va perdiendo adeptos

No hay nadie que vaya a discutir el agradecimiento debido al Cholo Simeone. Llegó a un Atlético bastante enredado, en el que algunas tensiones entre Miguel Ángel Gil y Enrique Cerezo permeaban hasta el vestuario. Llegó en buena hora, impuso su personalidad e hizo del equipo una sólida peana sobre la que todo el club se aupó. El nuevo estadio es el mejor retrato de ese crecimiento, que sigue en marcha. En breve el Atlético tendrá un fenomenal espacio deportivo y recreativo en los aledaños. En paralelo ha habido estimables éxitos deportivos, de especial mérito ante el gigantismo acelerado del Madrid y el Barça.

Un par de Ligas, permanente presencia en Champions, con dos finales… El estilo siderúrgico de los primeros años (0-0, 1-0, 0-1, 1-1) se ha ido suavizando, pero más despacio de lo que muchos querrían. A partir de que “el equipo del pueblo” se pudo permitir lujos, se empezó a esperar más de él. Ganó su pleito con João Félix, cuya trayectoria posterior le ha dado la razón, pero ahora lleva cuatro años sin título y empieza a cundir la impaciencia. Y el hartazgo. Se dio un tiro en el pie con lo de que no miraba hacia arriba sino al cuarto para que no le adelantaran, contraviniendo la naturaleza aventurera del club.

Después de dos veranos, sobre todo este, de alta inversión, se encuentra en tres jornadas a siete puntos del Madrid y cinco del Barça, y cada vez son más los que se manifiestan hartos de él. Agradecidos, sí, pero deseosos de algo nuevo. La presencia del hijo, cuyos esfuerzo y velocidad son innegables pero anda corto de técnica, carga de munición a sus críticos. Hay muchos jugadores nuevos, desde luego, y ensamblarlos exige paciencia, pero esta virtud cardinal ya no les sobra a los que llevan tiempo reclamando otra cosa. Hace tiempo que la afición está dividida entre los pro y los anti, pero el segundo grupo crece cada año

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