El aura de campeón no se compra

Camino de la Copa Intercontinental de 2019, que se celebró en Bangkok, diferentes colegas de profesión me lo advertían:El proyecto del Palma Futsal va a triunfar en los próximos años”. Y no hubo que esperar mucho para ver esos utópicos pronósticos convertidos en realidad. De modesto velero a poderoso transatlántico, obra de la que Miquel Jaume, presidente y fundador del club, estará orgulloso desde el cielo. Un equipo que lo tiene todo, desde una de las aficiones más pasionales y fieles del fútbol sala español, hasta el dueño del timón, un Antonio Vadillo que infunde fe ciega en los suyos, sea quienes sean.

Ahí reside otro de los grandes méritos del Palma: su constante reinvención. En cada una de las últimas temporadas ha perdido a media plantilla (y no es una forma de hablar), con algunos nombres tan importantes como los de Cléber, Rómulo, Chaguinha, Tayebi o Moslem, pero su competitividad se ha mantenido al más alto nivel. Todo ello con un presupuesto claramente inferior al de las principales potencias de este deporte, lo que no ha impedido unas hazañas que han dado la vuelta al mundo: doble campeón de la Champions y de la Intercontinental. Los títulos nacionales todavía se resisten, pero los cuatro que ya figuran en sus vitrinas son del prestigio más elevado. Como también lo es su dirección deportiva, su apuesta por los jóvenes talentos, la impecable labor de sus ojeadores y, sobre todo, algo que no se compra: el aura de campeón.

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