De pensar en el adiós al éxtasis
De los cuatro Grand Slams del año, Nadal se coronó en dos: Australia y Roland Garros. Y si la historia de este deporte se escribe alzando los trofeos en Melbourne, París, Londres y Nueva York, objetivamente Rafa ha sido el mejor de este curso. El de la tremenda explosión de Alcaraz (campeón del US Open) y el de la cabezonería antivacunas de Djokovic (ganador en Wimbledon y el Masters) que acabó cercenando su temporada. Un mérito brutal el del balear (36 años ya) que llegó a sopesar la retirada por el tormento en su pie izquierdo provocado por el síndrome de Müller-Weiss. “Si me rompo, me rompo”, le dijo a Carlos Moyá antes de viajar a las antípodas con muchas dudas... Y terminó remontando dos sets a Medvedev en la final.
Antes de llegar a Roland Garros, perdió en Roma cojo: “El dolor fue una locura”. Jugó con el pie anestesiado en la tierra parisina y aunque salió victorioso dejó una frase que nos hizo temblar: “En las circunstancias en las que estoy jugando no quiero y no puedo seguir”. Un tratamiento experimental le salvó la carrera. Pero una lesión abdominal en Wimbledon y problemas en el embarazo de su primer hijo no le dejaron terminar la temporada centrado. La próxima ya asoma. Él solo pide salud. Y nosotros cruzamos los dedos . Los dioses del tenis le deben un curso tranquilo. Y le quedan pocos. Ojalá sea este.
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