De la gran Marta a la gran España

En un partido insulso, sin demasiada gracia, la imagen que quedará para la historia es la de las lágrimas de desconsuelo de Marta Vieira da Silva. La leyenda del fútbol femenino tuvo que abandonar el césped de forma abrupta. Como nadie, ni sus rivales, hubieran deseado. Porque Marta fue, es y será un mito de este deporte. La brasileña lleva toda una vida luchando porque el fútbol femenino tenga un hueco y sea respetado. Para que en Brasil se aprecie a las futbolistas y se apueste por ellas.

Lo de Marta no fue casualidad. La delantera se cruzó el mundo de un lado al otro, de la liga sueca a EE UU para a sus 38 seguir dando rendimiento. No se rinde ni tras pasar por tragos como una rotura de ligamentos. Su espíritu lleva años guiando a muchas. A las nuestras. Recuerdo el primer Mundial de La Roja, cuando Vero Boquete o Jenni -que compartieron vestuario con la leyenda- no se creían que se fueran a medirse con ella en el torneo mundialista. El respeto aquel día en el Olímpico de Montreal se notaba hasta en las piernas de las españolas.

Nueve años después ese tembleque ya es historia. El respeto sigue, el miedo no. Ahora son las Aitana, Carmona, Salma y compañía las que desprenden ese aura de galácticas. La Roja ya presume de sus leyendas, las Irene, Alexia o Jenni. De la gran Marta se ha pasado a la gran España.

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