De alemán repudiado a ídolo madridista

Por el Real Madrid han pasado un total de once jugadores alemanes a lo largo de su laureada historia. El primero en hacerlo en el año 1913 fue un tal Walter Rositzky, nacido en Hamburgo, pero solo se puso la elástica blanca en un total de cuatro ocasiones. Luego vinieron Günter Netzer, Paul Breitner, Uli Stielike, Bernd Schuster, Bodo Illgner y, ya en el nuevo milenio, Christoph Metzelder, Mesut Özil, Sami Khedira, Antonio Rüdiger y el indiscutible capitán, faro y estandarte de este once germano: Toni Kroos. Cuatro Orejonas (pueden ser cinco), cuatro Ligas, una Copa, cinco Mundialitos de Clubes, cuatro Supercopas de Europa, cuatro Supercopas de España y, ante todo, su ADN madridista lo convierten en el teutón más amado de Madrid.

Lo que ocurre es que Kroos, a pesar de ser campeón del mundo y, por ende, una leyenda viva del fútbol en Alemania, nunca recibió el mismo cariño en su país natal. El Bayern lo repudió en su momento; en los peores momentos de la Mannschaft, le apodaron Querpass-Toni (Toni, el de los pases horizontales), y él se encargó de devolver las bofetadas en varias ocasiones, repitiendo, por ejemplo, hasta la saciedad que nunca volvería a jugar en la Bundesliga. De ahí que esta Eurocopa, su última cita en activo, además de deportivo, también sea un reto personal. Kroos no quiso que su historia con Alemania acabara de esta manera. Por ello, aceptó volver a la selección cuando más lo necesitaba y pelear por una Eurocopa que, aparte de completar su inigualable palmarés, le puede servir para reconciliarse con su patria.

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