Courtois: la madre de todas las paradas

Los porteros no tienen la cuota de pantalla que poseen los delanteros, jerarcas de este bendito deporte al ser los dueños del gran tesoro de este invento: el gol. Los porteros aparecen como los enemigos de ese momento sublime que une a la afición con sus ídolos, cuando gritan alborozados esos remates ‘que besan las mallas’, como se decía en el argot clásico. Digamos que cada vez que un portero hace un paradón es un antihéroe para miles de personas, que ansiaban gritar “¡gol!” y se quedan con el “no es posible” como respuesta. Por eso no entran en las quinielas para el Balón de Oro. Sólo Yashin lo consiguió en los años 60.

Pues Courtois es tan bueno que sus intervenciones han logrado que se le ponga a altura de los artistas de arriba. Sus paradas son tan antológicas y determinantes que se celebran como goles. La que le hizo Courtois en Stamford Bridge a Cucurella fue el mejor ejemplo. Carvajal, Alaba y Militao se abrazaron al gigante belga alborozados, como si acabase de marcar Rodrygo, Benzema o Vinicius. Y no les faltaba razón. Ese 1-0 al borde del descanso hubiese abierto una vía a la esperanza blue que atajó Tibu con su vuelo en achique de espacios acompañado de una mano de hierro. La madre de todas las paradas. Hay que quitarse los clichés con los porteros. Iker dio muchos títulos al Madrid. Y Courtois nos dio la 14... ¿Y la 15?

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