OPINIÓN

Ave, Primoz

Pocos ciclistas se han ganado tanto cariño a lo largo de la historia como un Primoz Roglic que ha coleccionado éxitos y desgracias casi a partes iguales.

LUCA ZENNARO
Marco González Paredes (Fuenlabrada en 1991), apasionado del deporte y graduado en Periodismo en la Universidad Rey Juan Carlos. Compaginó sus últimos años de carrera como becario en AS, donde inició su formación laboral en las secciones de motor y as.com. A finales de 2018 llegó a Más Deporte, donde actualmente ejerce como redactor de ciclismo.
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Tenía que ser así, en una cronoescalada como en la que perdió el Tour de Francia 2020 a manos de Tadej Pogacar, donde Primoz Roglic le diera el vuelco, sobre la bocina, a un Giro de Italia que tenía perdido. No sin suspense, con esa avería mecánica a la que se sobrepuso para alzar los brazos en el Monte Lussari, imágenes que ya forman parte de la historia del ciclismo. Igual que el esloveno, un campeón con una voluntad inquebrantable al que sólo las continuas desgracias le han impedido tener un palmarés aún mayor del que atesora, con las tres Vueltas, el Giro y el oro olímpico como grandes trofeos. A sus 33 años, y con Pogi y Vingegaard como tiranos de la Grande Boucle en los años venideros, es muy probable que nunca le veamos triunfar en los Campos Elíseos, pero tampoco lo necesita para ser uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos. Más allá de lo deportivo, su carisma y sus constantes resurgimientos para sobreponerse de las desgracias le han hecho ganarse el cariño de la inmensa mayoría de los aficionados. No conozco a nadie en este mundillo que no se haya alegrado de la gesta de Primoz. Nadie.

Al margen de esto, por mucho que diferentes circunstancias de carrera (covid, caídas, mal tiempo, abandonos...), que están a la orden del día en este deporte, hayan mermado el espectáculo de un Giro totalmente descafeinado, pese a su apoteósico desenlace, la organización de la carrera debe dedicar un tiempo a la reflexión. Veníamos de unas ediciones magníficas en la última década, plenas de diversión y de momentos memorables, como los Giros de Contador, Landa y Aru; Purito y Hesjedal; Dumoulin y su célebre apretón; la gesta de Froome… Desde la pandémica edición de 2020 nada ha sido igual, con casi tres semanas de comparsa entre unos corredores que deciden jugarse el triunfo en un par de kilómetros del último día. Algo falla. Concentrar casi toda la dureza en la tercera semana no ayuda, y dejar cronoescaladas de terrible dureza para el final, tampoco. Un cambio del orden de las etapas es necesario para que los capos no piensen siempre en el mañana. En el punto medio está la virtud, y seguro que más pronto que tarde, esta legendaria carrera lo recupera. Ahora, rindamos pleitesía a su nuevo emperador.

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