Alcaraz y el club de los elegidos

Carlitos Alcaraz se une desde hoy al selecto grupo de talentos españoles que han alcanzado la cima del tenis mundial. Con él ya son seis tenistas los que han visto su nombre en el primer lugar del ranking de la ATP o la WTA. Le precedieron Arantxa Sánchez Vicario (12 semanas), Carlos Moyà (2 semanas), Juan Carlos Ferrero (8 semanas), Rafael Nadal (209 semanas) y Garbiñe Muguruza (4 semanas). En categoría masculina España luce cuatro números uno, siendo el segundo país con más líderes de la ATP por detrás de los seis de Estados Unidos y por delante de los tres de Suecia, Australia y Rusia. En mujeres presumimos de dos referentes, igualados con Alemania, Bélgica, Australia y Rusia, por detrás de las ocho de Estados Unidos y las tres de Serbia.

La comparación con estos países, tanto por número de habitantes como por recursos económicos, sigue colocando a nuestro país como un caso de estudio. España sigue siendo la gran escuela de tenis mundial. Las academias de Ferrero y Nadal, donde se han formado Alcaraz o Ruud, finalistas de Miami y el US Open este año, son un buen ejemplo de ello. Pero no las únicas. Es necesario rendir homenaje a los dedicados técnicos españoles que tutelan los pasos de muchos tenistas en el circuito, así como a los clubes y las federaciones territoriales en los que se forjan las estrellas del futuro. Una estructura que además se ha visto muy golpeada por la crisis económica y la pandemia.

Pero volvamos a Carlitos, el tenista más completo que jamás se ha visto a su edad. Por la velocidad de sus movimientos en la pista, la velocidad y peso que genera con sus golpes, la sensibilidad de su mano para jugar creativo y dibujar ángulos, globos, dejadas o voleas casi imposibles, su agresividad constante empujando al rival sin contemplaciones, la calidad de su consistencia en intercambios duros, su capacidad para gestionar la presión en los momentos delicados y de divertirse sobre la pista. Es un elegido. Un superdotado. Un jugador con un repertorio casi infinito de golpes y una enorme ambición, que mejora a un ritmo vertiginoso con humildad y mucho trabajo. Sus récords de precocidad anuncian un potencial brutal.

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