A Wembley con remontada y fiesta mayor

Terminó el partido y nadie se movía del estadio. Otra noche para la colección, esta especial, porque el que había caído era el Bayern de Múnich, el gran enemigo europeo del Madrid. Otra noche con remontada, que es lo que divierte. Hasta que no saltó la liebre, ese gol de Davies ya muy avanzado el segundo tiempo, no se había activado el Madrid salvo por el costado de Vinicius, que se iba una y otra vez, se colaba y no encontraba compañero que culminara sus penetraciones; o si lo encontraba y culminaba él mismo, Neuer respondía con su categoría de portero imponente. Ya son 38 años, pero no desmerece del de su mejor época.

El partido empezó con muchas cautelas. Ritmo lento, miedo a la equivocación. Dos equipos hechos para no arriesgar, salvo un verso suelto, Vinicius. Hasta el gol de Davies, tras el que Ancelotti volteó el equipo con Modric, Brahim, Camavinga y Joselu mientras Tuchel, al contrario, aumentó las precauciones. La atmósfera cambió, el Bernabéu se convulsionó y llegaron los goles. El primero, anulado por falta previa de Nacho en un córner, luego el 1-1, un tiro de Vinicius que, en su único fallo, dejó escapar Neuer y Joselu remachó, oportuno; y el 2-1, de nuevo de Joselu, a pase de Rüdiger, validado por el VAR tras banderazo fallido del linier.

Gran partido. Táctico y contenido primero, protagonizado por Vinicius después, resuelto finalmente por ese ‘poltergeist’ de las noches europeas del Bernabéu, esta vez materializado por un modesto, Joselu, que cobró el premio mayor de poner su firma a una noche grande. La victoria del Madrid la afea algo la jugada postrera en la que el linier marcó un fuera de juego dudoso con resultado de remate a De Ligt a gol cuando ya el árbitro había pitado y Lunin dejó pasar el balón. La afea, pero no la nubla. El Madrid fue mejor porque en el tramo decisivo creyó una vez más en sí mismo y el Bayern tembló bajo el peso histórico del Bernabéu.

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