CAMPO ATRÁS

¿Pero quién demonios es en realidad Kawhi Leonard?

El alero, una incógnita que ha deteriorado su imagen de forma drástica en los últimos doce meses, tampoco se ha concentrado con el Team USA.

Thearon W. HendersonAFP

Gregg Popovich, que en enero cumplirá 70 años, está en Las Vegas entrenando al bloque del Team USA del que saldrán los equipos del Mundial 2019 y los Juegos 2020. Allí no está Kawhi Leonard, un espectro con el que hubo que tomarse su foto en Toronto junto a Masai Ujiri y Bobby Webster como una prueba de vida.

Tanto tiempo llevábamos hablando de él sin tener ni la menor idea de donde estaba. Incluidos los días en los que su equipo, San Antonio Spurs, jugaba partidos de playoffs. Incluida la leyenda negra de estos últimos doce meses, con directivos de la franquicia texana buscándole debajo de cada baldosa por rascacielos neoyorquinos. Kawhi, que acaba de cumplir 27 años, no ha encontrado todavía momento de jugar con la Selección, al contrario que la mayoría de estrellas de su generación, a las que ahora parece que mira con ojeriza porque reciben el trato glamuroso que él siempre pareció desdeñar. En 2016 formó parte del abandono masivo de la nave de cara a Río y ahora no se ha presentado en unos entrenamientos de Las Vegas donde podría haber matado muchos pájaros de un tiro: salir en la foto con Popovich, que tarde o temprano tendrá que suceder; Responder preguntas sobre qué demonios está pasando con él, que tarde o temprano tendrá que suceder; Y, que tampoco viene mal, despejar dudas sobre esa lesión que solo le dejó jugar nueve partidos la temporada pasada. Se supone que cosa del pasado pero con él, ahora mismo, mejor tener pruebas firmes. Con su lesión, con sus apariciones en las instalaciones de los Raptors. Con todo. Por si acaso.

La imagen de Popovich sin Kawhi en Las Vegas es paradójica. El viejo Pops, que más pronto que tarde se irá como uno de los cinco mejores entrenadores de la historia de la NBA, había prometido salir por la puerta cinco minutos después de Tim Duncan. El pívot se marchó hace poco más de dos años (11 de julio de 2016) y Popovich sigue allí. Sin él, ahora sin Tony Parker y veremos si también sin Manu Ginóbili. Sigue empeñado en mantener en movimiento su milagro de dos décadas, uno de los proyectos más increíbles de la historia del deporte estadounidense. Sus Spurs han ganado 108 partidos de Regular Season entre las dos últimas campañas, casi de la nada. Aunque ya no estén en el primerísimo escalón competitivo en playoffs, viven. Y lo seguirán haciendo con un baloncesto mucho menos vistoso que hace un lustro y muy distinto al que domina estos tiempos: LaMarcus Aldridge y DeMar DeRozan, dos grandes jugadores que parecen sacados de otra época. El resto lo pondrá él porque ya no queda nadie del quinteto inicial del quinto partido de las Finales 2014, el que selló el último título de la franquicia: Parker, Green, Kawhi, Diaw, Duncan.

La imagen es paradójica porque el Popovich que se iba a marchar con Duncan es un pluriempleado dos años después, Spurs y Team USA. Y lo es seguramente por Kawhi. El MVP del alero en aquellas Finales de 2014, una irrupción descomunal con 22 años y ante LeBron James, convenció al entrenador de que a sus Spurs les quedaba un último viaje. Ahora él sigue, y Kawhi no. Y nada, ni el paso de los años ni las últimas derrotas ante los Warriors, ha hecho más por minar la eterna vigencia de estos Spurs que Kawhi. Su salida. Sus formas. Sus silencios. Sus ausencias. Las filtraciones de su entorno. La confusión. Ahora Kawhi está en Toronto e inicia una etapa que juzgaremos, ni más ni menos, por sus resultados deportivos. Y, si no mucho más, un paseo por Las Vegas le habría impulsado directamente a ese siguiente capítulo, por muchas líneas que queden por escribir del anterior.

Porque... ¿quién demonios es Kawhi Leonard? Desde luego, uno de los cuatro mejores jugadores de la NBA cuando está en forma. Una terrible fuerza destructora en defensa y mucho más que un anotador de sistema, como se le quiso encasillar en sus primeros pasos en los ultra disciplinados Spurs, que con él han ganado 311 partidos de 407, un 76,4%. Una barbaridad y la cifra más alta de cualquier jugador con más de 400 partidos en un equipo (sigue Magic Johnson con un 74% en los Lakers).

Pero quizá todos dimos por supuesto, porque eran los Spurs, que los silencios de Kawhi eran como los de Tim Duncan. Nos gustó tanto que el relevo de estrellas fuera tan natural, con un ADN tan similar, que puede que sacáramos conclusiones precipitadas. O quizá él fue cambiando, o su entorno fue apretando clavijas, o realmente los Spurs cometieron errores en los que se dejaron la confianza mutua irremediablemente atrás. Pero el hecho es que ahora Kawhi es un personaje indescifrable y en el que cuesta confiar. Del que no se sabe qué piensa o si lo piensa él (o se lo hacen pensar). Que no ha querido estar con la Selección, que no quería jugar en los Spurs, no quería ir a Toronto pero después sí, iba a firmar seguro la cacareada extensión en Canadá pero en realidad todavía está muy lejos de eso, quería jugar con LeBron pero no quería, ha estado enfrentado a sus compañeros de vestuario o solo a los directivos de los Spurs, es una personalidad distinta o realmente envidiaba (o no) en el All Star 2016 el tratamiento que otras estrellas (Russell Westbrook) recibían... Cada uno puede coger la historia que quiera y construir su relato. Pero la realidad es que nadie sabe casi, casi nada.

Total: es julio de 2018 y unas cuantas franquicias han tenido dudas con Kawhi a pesar de su incuestionable capacidad para transformar un equipo en la pista. Los Spurs, un modelo de funcionamiento, no tuvieron formar de reconciliarse con él, y la propuesta finalmente más atractiva llegó desde unos Raptors sin nada que perder porque ya habían decidido pasar página tras su desastre de los playoffs 2018. Su apuesta es Kawhi, el jugador del que nadie sabe qué piensa, qué quiere hacer, qué pasa con su contrato de zapatillas o por qué no ha tenido el más mínimo interés en estar con la Selección o gestionar al menos con más cuidado su ausencia.

Puede salir muy bien, puede ser un éxito rotundo. Puede que Kawhi esté en plenitud física (debería) y listo para recuperar la sintonía mental con el baloncesto, que parece perdida desde que Pachulia le cayó en el tobillo en la final del Oeste de 2017. Si es así Kawhi volverá al Olimpo de la NBA, todo el mundo se pondrá muy nervioso por su futuro a cortísimo plazo (once meses como máximo y 190 millones por cinco años como baza de los Raptors) y quizá él sí sepa esta vez saborear la atención que ya estaba recibiendo en realidad y que, pensábamos, no le interesaba lo más mínimo. Pero por ahora, un MVP de Finales que es all star y dos veces Defensor del Año ha regresado a la casilla de salida. Le toca volver a demostrar muchas cosas, entre ellas que puede disfrutar del proceso. Y que todo, aunque nunca sepamos los detalles, ha sucedido por algo. Porque el que está en Las Vegas, mientras tanto, es Popovich, camino de los 70 años y compartiendo ya intimidades con DeRozan, su nuevo pupilo. La NBA avanza a toda velocidad y a Kawhi le toca subirse en marcha. Y tal vez establecerse en Toronto, si es que es allí donde completa la reinserción. Sería una buena historia, desde luego. Esperemos que al menos él tenga algo de todo esto claro porque ni eso sabemos. Solo podemos suponer que sí mientras nos preguntamos quién es realmente el jugador al que etiquetamos demasiado rápido como el nuevo Tim Duncan. Pero resulta que no: no todos los silencios son iguales.

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