Ya le llaman Luis Padrique

Como Gary Lineker. Dicho con la acidez y la precisión que ha tenido estos días el siempre juicioso Gary Lineker: “Venimos aquí a informar, no a apoyar”. Sin obviar ni un segundo la abominable ausencia de libertades fundamentales, el periodista que haya decidido despertarse en Qatar este domingo tiene todo el derecho a centrarse en el fútbol y guardar, si así lo prefiere, distancia sobre las polémicas, el cinismo y la hipocresía que rodean este Mundial de manera ya de por sí demasiado evidente. Parafraseando a Infantino, aunque cueste mucho digerir las frases con las que el presidente de la FIFA quiso despachar a los que le inquieren molestamente: éste que escribe no es qatarí, ni árabe, ni africano, ni gay, ni discapacitado, ni trabajador inmigrante... pero defenderá con cada palabra que escriba los derechos de todos lo que se quieran sentir así. O lo contrario.

Su (amigo) es Amunike. Términos como stremear, spoiler, followers o padrear forman parte ya del vocabulario habitual de Luis Enrique, rebelde con causa (digital) e ídolo de masas a corazón abierto, a través de la red. Con picos de audiencia de casi 200.000 espectadores, el seleccionador nacional sermonea en Twitch en el castizo desparpajo con el que suele flagelar a los periodistas durante sus conferencias de Prensa. El gremio más odiado del mundo se divide también a la hora de valorar esta nueva faceta del asturiano mientras él se ríe, sobre todo de sí mismo. Con lo de Amunike, por ejemplo. Le llaman Luis Padrique. Verás como gane (o como pierda) el Mundial.

El diablo disfrazado. Echen una mirada nocturna a alguna de las despampanantes avenidas de Doha: luces de neón que ciegan, edificios postmodernistas, coches de último lujo que parecen atrezzo en medio del calor sofocante del desierto... Sí: como el Strip de Las Vegas, sin juerga, sin juego y ¿sin alcohol? Según la organización, y a pesar de acabar con la cerveza en los estadios y lo restrictivo en lugares y horas para el consumo de espirituosos, Qatar puede batir diversos registros de bebercio. Atentos a los miles de hooligans que comienzan a desembarcar. Ya lo cantó Elvis, en You’re the Devil in Disguise: por mucho que se disfrace, el diablo nunca deja de ser diablo.

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