¡Viva Türkiye!
Estoy de vacaciones. Ayer al mediodía, me encontraba en la orilla de la playa como recitaba Vinicius (el bueno, el de Morães), es decir, con la mirada perdida en el encuentro de cielo y mar, sintiendo toda la tierra rodar, cuando una idea fugaz cruzó por mi mente: la crítica literaria es a la narrativa lo que el análisis táctico es al fútbol. No es que en mis días de asueto me dé por pensar este tipo de cosas, que por lo demás a nadie importan demasiado, sino que por la mañana había confirmado muy alegremente a la redacción que esta columna trataría sobre el seleccionado de Turquía y una vez comprometido el tema me di cuenta, fatalmente, de que en realidad no tenía casi nada que decir más allá de que me encantan sus partidos. También tiene que ver en esa idea y en el tema y estilo de esta columna, que uno se encuentra leyendo estos días una novela de uno de los grandes escritores actuales que trabaja con la metaliteratura, Juan Manuel Gil, quien en una de sus mejores novelas (‘Trigo limpio’) denominaba socarronamente a los críticos como “los que saben de esto”.
A dónde quiero ir: parece que los que saben de esto (en fútbol) se echan las manos a la cabeza al ver los partidos de los turcos en esta Euro. Convendremos, sin embargo, que los que no tenemos ni idea ni usamos expresiones como “bloque bajo” (Dios nos libre), nos encantan los partidos llenos de resbalones, errores en la salida del balón, despejes fallidos, patadas sin criterio, gestos a la grada y una cierta sensación de que, para bien o para mal, cualquier cosa puede pasar sobre el verde. Porque la táctica, al igual que el estilo en el escribir, tiene algo paradójico: es evidente que mejora el quehacer, pero cuando se practica a la perfección, la belleza se anula y todo se limita a una aburrida cuestión lógica que solo los que saben de esto tienen herramientas para apreciar.
Estoy de vacaciones, ya lo he dicho, y estos días los partidos de las nueve de la Euro son el colofón a jornadas de playa, horchata, baños y paseos, que espero que mis hijos recuerden con el amor y el cariño con el que yo miro a mis veranos de la infancia. A la porra el cuatro dos tres uno, los carrileros largos, las piernas cambiadas y los falsos mediapuntas; lo que queremos es caos y diversión. Por eso gritamos al unísino: ¡Viva Türkiye!
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