Vinicius oficia de agente nervioso
El brasileño sabe que tiene una gran influencia en los partidos, juegue bien o mal. Al Getafe le hizo lo que suele hacer el Getafe: lo desquició.
El Madrid aprovechó los conocimientos disruptivos de Vinicius -tuvo el mismo efecto que los gases nerviosos en el sistema neurológico de los afectados- para salvar un partido típico en Getafe. Los locales cometieron 25 faltas, por encima de su media, que esta temporada se había rebajado, y pensaron que la noche acabaría en empate. Se apagaban las luces del Madrid, dependiente en la primera parte de los remates de Mbappé, y no encontraban solución al entramado táctico-psicológico de Bordalás. La solución llegó por la vía Vinicius. El brasileño hizo al Getafe lo que el Getafe suele hacer a sus rivales: lo desquició.
Vinicius sabe que tiene una gran influencia en los partidos, juegue bien o mal. En Getafe no aportó gran cosa al ramplón juego del Real Madrid, pero su capacidad para desestabilizar a los jugadores de Bordalás fue un compendio de malicia, de lo que algunos celebran y llaman el otro fútbol. Él destrozó el sistema nervioso de Kiko Femenía, Juan Iglesias, Nyom y Álex Sancris. Tarjeta amarilla para el primero -protestada y con razón por Bordalás-, colocó al segundo al borde de una crisis nerviosa, terminó con el tercero en 39 segundos, los que Nyom jugó como sustituto del amonestado Femenía, y llevó a una implosión mental a Álex, que le tiró una patadita tontísima y recibió la segunda amarilla.
Cuando Vinicius terminó de desocupar gente del césped, al Madrid se le abrió una ventana que estaba cerrada a cal y canto desde el primer tiempo. En lo suyo, el Getafe era muy superior al Madrid, que dio sensación de abatimiento, como si cada minuto le alejase más del partido. Le incomodó tanto lo pedregoso del encuentro que empezaba a estar más cerca del Getafe, no por oportunidades, pero sí por el control emocional de la situación.
No todo fue mérito del Getafe, que dedicó la noche a convencer al Madrid de lo fastidioso que puede llegar a ser el fútbol en su estadio. El fastidio se multiplicó porque el Madrid no está fino. La derrota en el derbi madrileño le llenó de preguntas y más dudas de las convenientes. Este rasgo se adivina en jugadores como Álvaro Carreras. Jugó los primeros partidos con energía, entereza y confianza. Ahora se siente vulnerable y se nota a la legua. Le tocará pasar por un proceso que probablemente superará, pero que en ocasiones lastiman más de la cuenta. Por de pronto, Lamine Yamal asoma por la esquina.
El Madrid regresó a un territorio muy anterior a la llegada de Xabi Alonso a la dirección del equipo. Primero dependió extraordinariamente de Casillas y Ronaldo, el original, luego de Casillas y Cristiano Ronaldo, y ahora de Courtois y Mbappé. El gigante belga se ha erigido en uno de los mejores futbolistas en la historia del Real Madrid, probablemente entre los diez primeros.
No funcionaron bien Tchouameni y Camavinga, portentos atléticos de cualidades indiscutibles, entre las que no figuran la rapidez mental, ni la calidad para encontrar rendijas y filtrar pases. En Getafe sobraba uno. El ingreso de Güler confirmó la tesis. Alonso hizo lo recomendable: retiró a Mastantuono, trasladó a Rodrygo -empieza a dar señales de vida- a la derecha, ubicó a Vinicius en la izquierda, se dejó de dobles pivotes y cambió a Camavinga por el joven turco.
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El partido pedía a gritos esa clase de modificación, pero el giro no se produjo por un mejor desempeño del equipo, sino por dos factores: Vinicius arruinó los nervios de los jugadores del Getafe y Mbappé saludó un pase filtrado por Güler para marcar y ganar el partido. Imposible pensar en el próximo Madrid-Barça sin Güler entre los titulares. En posiciones interiores, donde a él le gusta. Su pequeña sociedad con Mbappé es, por el momento, la gran noticia en el Real Madrid.
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