Opinión

Vini debe rescatar su esencia

Vinicius fue creciendo futbolística y personalmente y se consagró con la llegada de Ancelotti, en el revival del italiano.

Florencia Tan Jun
Nació en Villarrubia de los Ojos en 1965. Subdirector de AS, colaborador del Carrusel y El Larguero y tertuliano de El Chiringuito. Cubrió los Juegos de Barcelona 92 y Atlanta 96, y los Mundiales de Italia 90, EE UU 94 y Francia 98. Autor de cuatro libros: Quinta del Buitre, El Gran Partido, Hala Madrid y Eso no estaba en mi libro del Real Madrid.
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Esta carta, más emocional que periodística, va dirigida a mi admirado Vinicius. Un chico que llegó con 18 años a Madrid y lo primero que tuvo que soportar es un mordisco en la cabeza de un jugador del Atlético en un derbi de filiales. Fue la tarjeta de presentación que recibió para entender que le esperaba un camino lleno de dificultades hasta ver cumplido su sueño de triunfar en el Real Madrid. Tuvo que soportar chanzas y ser carne de memes en sus primeros años, sobre todo a las órdenes de Zidane, porque sus regates diabólicos en carrera casi nunca tenían premio ante la portería contraria. Sin embargo, yo fui de los que desde el primer día creyó en él porque me parecía fascinante tener un futbolista capaz de percutir una y otra vez contra el área rival dejando enemigos tirados por el camino con sus regates eléctricos...

Nuestro Vini fue creciendo futbolística y personalmente y se consagró con la llegada de Ancelotti, en el revival del italiano, porque el de Reggiolo creyó en él firmemente y su titularidad fue consolidada con golazos y jugadas que ayudaron al Madrid a ganar títulos y Champions. Fue determinante en la conquista de la 14 y la 15. Pero a partir de ahí Vini entró en una espiral que no le ayudó alejada de los terrenos de juego. Los enemigos, tanto en el campo como en la grada, vieron que entraba fácil al trapo y lo terminaron desquiciando en numerosas ocasiones. Los más despreciables mostraron su repugnante racismo, pero Vini se lo tomó como algo muy personal y le arrancó la sonrisa con el balón en los pies. Por eso, mi consejo es que se olvide de pedir tanto dinero y rescate el niño feliz que vino del Flamengo con solo 18 años. Vini, hazme caso.

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