Una derrota que duele pero que sirve para crecer

Si un marciano aterriza esta tarde en Berlín y ve el primer cuarto de este Madrid-Panathinaikos hubiese dicho sin titubeos que el equipo de Chus Mateo juega como los Dallas Mavericks y que el baloncesto es un deporte que engrandecen los de la camiseta blanca. Sus 36 puntos en diez minutos llevaban una proyección de 144 al final. Pero el basket es tan grande que permite levantarse a los moribundos hasta convertirse en un dragón verde que nos devoró con una fiereza defensiva (Grant estuvo enorme) y un ataque explosivo y letal, con Lessort (el de la isla Martinica es un coloso bajo los aros), Sloukas (el ex de Olympiakos metió triplazos desde Atenas), Nunn, Vildoza y Juancho Hernángomez a la cabeza. Estos dos últimos frenaron la sangría del campeón de 2023 (el Madrid llegó a ir 41-27) con acciones antes del descanso que cambiaron el rumbo de la final.

El Madrid no debe rasgarse las vestiduras. Cuando de pronto los triples no entran y el aro se te hace ovalado es mejor no darle más vueltas. Quedémonos con los maravillosos 10 minutos de Eli Ndiaye, una joya hispano-senegalesa de 19 años que demostró estar listo para la élite. Como lo estarán pronto los chavales del Madrid Júnior, que se proclamaron campeones de Europa por la mañana con un Hugo González estelar. Hay presente y futuro. La 12 no está tan lejos...

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