Un castigo injusto que no duele

El último partido de Mazzarri con el Nápoles en la Copa de Europa había sido un octavo de final en Stamford Bridge, en el que Chelsea se clasificó en la prórroga, sufriendo, y después se coronó campeón. En aquella edición los azzurri eliminaron al City en la primera fase, con un grupo que nunca había jugado Champions y en un club que no la disputaba desde Maradona. Han pasado 11 años de todo aquello, y, viendo el Nápoles del Bernabéu, parece que fue ayer.

El italiano, en pocos días, trasladó el mismo espíritu, el orden táctico, la intensidad que tenía aquel equipo, al que le suma la calidad de este. Simeone, mejor napolitano de la primera parte, es un ejemplo: poder contar con él como alternativa a Osimhen, junto con Raspadori, es un lujo. El Nápoles vuelve a casa con otra derrota en el feudo blanco, pero de las que no hacen daño. Sin ningún miedo escénico se adelantó, reaccionó y estuvo buscando con valentía hasta el 2-3. Se rindió solo por un error de Meret y por la enésima genialidad de un Bellingham por el que sobran las palabras, pero el 4-2 fue un castigo injusto.

Era un Madrid mermado por las lesiones y sin grandes motivaciones así que tampoco se ilusionará demasiado, pero Mazzarri puede quedarse con lo bueno. Los suyos, hace nada, sufrían en el Maradona con el Empoli y, con él, supieron dar la cara en el Bernabéu. No es poco.

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