Pasaba por aquí

Un Barça que reluce

FRANCK FIFE
Actualizado a

La gala del Balón de Oro le sentó bien al Barça. Mejor que al padre de Lamine Yamal, por ejemplo, que se despachó a gusto en ‘El Chiringuito’. “Aquí ha pasado algo muy raro”, declaró el bueno de Mounir Nasraoui, padre y tertuliano antes que analista concienzudo. Lo que ocurrió, en realidad, es que Ousmane Dembélé se llevó el máximo reconocimiento por los motivos habituales: fue el jugador más determinante del mejor equipo de la temporada. “Es el mayor... No voy a decir robo, sino daño moral a un ser humano”, remachó para jolgorio de quienes acostumbran a utilizar su amor de padre y sangre caliente como ariete contra el hijo.

A Lamine se le vio feliz con su segundo premio Kopa consecutivo, un hito que ningún otro futbolista ha logrado hasta el momento. Sonrió, se dejó fotografiar, felicitó cariñosamente al gran protagonista de la noche... No parece que quedar segundo le vaya a quitar el sueño a un chaval que se maneja fuera del campo con la misma naturalidad con que se expresa dentro, bien arropado por un club que salió de la gala con un botín imponente que incluyó el otro premio Kopa para Vicky López, el Gerd Müller de Ewa Pajor como máxima goleadora de la temporada pasada y un tercer Balón de Oro para Aitana Bonmatí, reina consecutiva e incontestable del fútbol mundial. Ni Parker Schnabel, el icónico protagonista de La fiebre del oro, acumula tanto dorado en su casa del Yukón.

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Hace apenas cuatro años, el Barça era un club en caída libre, comatoso, de futuro incierto y presente dudoso, nada que ver con este revival de Aquellos maravillosos años en el que dejas a Paul en manos de Flick y, esta vez sí, te lo convierte en Marilyn Manson. Queda por disipar el gran nubarrón en la cacharrería, ese elefante de los pagos al número dos del CTA que nadie termina de explicar, pero las previsiones deportivas, sociales e institucionales no pueden ser más halagüeñas. Basta con observar el ambiente que se respira en el Johan Cruyff y extrapolarlo al inminente regreso al Camp Nou: a veces sí es oro todo lo que reluce.

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