Terapia con susto para el Barça

El Real Madrid y el Barcelona llegaban en dos situaciones radicalmente diferentes al primer Clásico europeo, segundo de la temporada. El equipo blanco sumaba un pleno de seis victorias, entre ellas el primer título, la Supercopa, en duelo directo con su eterno rival. El azulgrana, por su lado, había arrancado con la mitad de derrotas, tres de seis, entre ellas dos especialmente dolorosas: la final de Sevilla y su estreno en la Euroliga ante el Olympiacos, sobre todo porque se produjo en el Palau. La plaga de lesiones y la adaptación de sus refuerzos justificaban en parte el titubeante comienzo. No se podía hablar todavía de crisis, porque el curso acaba de empezar, porque hay mucho margen para reconducir los malos resultados. El basket es un deporte que suele ofrecer siempre segundas oportunidades. O más. Pero sin estar en crisis, que no la había, sí se respiraba el ambiente de que el Barça necesitaba un triunfo prestigioso para recuperar las sensaciones, para despejar dudas, para ir sacándose esas pequeñas espinas que pueden producir profundas heridas si no se atajan a tiempo.

Los de Saras Jasikevicius salieron muy enchufados al partido, impulsados por el calor de la grada; jugaron con más intensidad que su oponente en gran parte del choque, como demuestra el dominio del rebote, una cualidad blanca; gozaron del liderazgo expreso de uno de sus grandes fichajes, Tomas Satoransky; y demostraron haber aprendido lecciones del pasado, aunque no todas... Después de llevar una ventaja de 18 puntos, el corazón del Madrid estuvo a punto de voltear el marcador. Sergio Llull dispuso incluso de un tiro ganador, después de tres errores garrafales de Nico Laprovittola… Pero la remontada no se consumó. El Barça se desquitó, de una tacada, de su derrota en el primer Clásico y de su mal debut en la Euroliga. No hay mejor terapia que ganar al máximo rival. Aunque sea con susto.

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