Si todos fueran igual que tú, Jesús
Existiría la verdad, una verdad que nadie ve, si todos fueran en el mundo iguales a ti...”. No hay constancia de que entre componer maravillosas bossa novas, casarse (lo hizo 9 veces) y animar al Botafogo, el poeta brasileño Vinicius de Moraes pisara alguna vez la sevillana localidad de Los Palacios. Pero a éste que escribe no se le ocurre mejor banda sonora para la pura, honesta y desnuda carrera de un personaje parco en palabras, con cara de niño a sus casi 40 años, que responde al nombre de Jesús Navas González.
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La carrera silenciosa pero perfecta de un niño-futbolista que le centró a su querido Antonio Puerta el 1-0 ante el Schalke 04, inicio de 20 años gloriosos como nunca conoció el Sevilla y pocos clubes han conocido; del capitán blanquirrojo que inventó la jugada del empate en Budapest para la Séptima; del secundario que en realidad protagonizó casi tanto como Iniesta el gol más importante en la historia de España, el del Mundial 2010; del delgado y nada mediático chico de ojos azules que ha ganado más títulos que nadie con la Roja, primero jugando de extremo y 12 años después, como el veterano lateral que consiguió secar a Mbappé, lesionado y todo, durante una semifinal. En estos tiempos de héroes artificiales que viven un poco (o un bastante) de las redes sociales y la impostura, Navas representa la gran verdad del fútbol, ésa que cada vez aparece menos, pero que sigue haciendo más falta que nunca para que este deporte mantenga su esencia. Si todos fueran igual que tú, Jesús...
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