Shanghái asfixia a los tenistas

La final entre Arthur Rinderknech y Valentin Vacherot pondrá mañana el cierre al penúltimo Masters 1.000 de la temporada, donde se ha hablado más de las condiciones meteorológicas extremas que han tenido que soportar los jugadores en Shanghái que de la calidad tenística de la competición. Las temperaturas de más de 30 grados y la humedad por encima del 80%, unidas a la contaminación habitual en China, han formado un cóctel explosivo para los participantes, que han protagonizado imágenes impactantes, como la retirada de Jannik Sinner con calambres o los vómitos de Novak Djokovic en una esquina de la cancha. “¿Quieres que muera algún tenista en la pista?”, le espetó Holger Rune al juez de silla durante un encuentro. Hay frases que lo dicen todo. El torneo ya había empezado torcido por la baja de Carlos Alcaraz, que acabó tocado tras su victoria en Tokio, y la cosa empeoró con la retirada de un Sinner fundido. Djokovic, un superviviente de 38 años, sí ha mantenido el tipo, pero penando físicamente partido a partido.

La intensidad del calendario tiene consecuencias fatales. Los jugadores se han quejado, cargados de razón, de las circunstancias agobiantes del torneo, que se han replicado en el otro gran escenario de la semana, el WTA 1.000 de Wuhan. Los tenistas han lamentado la falta de un protocolo objetivo para regular las condiciones, algo que sí ocurre en algún Grand Slam como el Open de Australia, que se disputa en el también asfixiante verano austral de Melbourne. La ATP ha tomado nota, no podía ser de otra manera, y estudiará una norma oficial, de la mano de jugadores y médicos, para que no se repitan ejemplos tan dantescos como los vividos en Shanghái. La salud está en juego. Que no es poca cosa.

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